Escrito el 22 de septiembre de 2014
Ayer, al ir a buscar el pan, como viene siendo
habitual desde que mis tareas como albañil se vieron reducidas hasta la nada, acompañado
por mi cariñosa y fiel podenca, algo me llamó la atención al disponerme a
cruzar por el paso de cebra que está frente a la puerta de la transitada
panadería: un hombre, cuyo aspecto me produjo sentimientos encontrados.
El susodicho vestía un gabán de paño gris tan oscuro
y manido que parecía negro, el cual le cubría justo por debajo de las rodillas.
Los desnudos pies, además de la gruesa capa de roña, perceptible a simple
vista, estaban embutidos en unos agrietados y retorcidos zapatos. Su grisácea y
desaliñada cabellera, así como su mal afeitada barba eran acordes a su
indumentaria. Pero no ha sido eso lo que me ha llamado la atención, sino lo que
contaré después de explicar la primera impresión, tras salir de la panadería.
«Pobre hombre, otro que está dejado de la mano de esta injusta Sociedad», pensé
mientras entraba al establecimiento.
—Hola,
buenos días —dije para saludar a Beatriz, la panadera.
—Hola...
¿crees que lloverá hoy?
—La verdad
es que es algo que, como la política, no me preocupa lo más mínimo... Total, al
final, ambos harán lo que les venga en gana... —y, tras recoger y abonar el
importe de la barra de pan—: ¡hasta mañana, Bea!
—Adiós —dijo
sin más ella.
Al retornar a la calle, el individuo mencionado en el
primer y segundo párrafo, se había posicionado de tal manera que, sin quererlo,
observé como se pasaba de una mano a otra un fajo de billetes de cincuenta
euros tan ajados si te descuidas como su prenda de abrigo, y cuyo grosor me hizo
pensar que la cantidad podría andar entre los novecientos o mil euros. «Pobre
hombre, como se descuide un poco aparecerá algún pájaro y le quedará desplumado
en menos que canta un gallo», pensé creyendo que podría tratarse de algún
enfermo mental y estuve a punto de dirigirme a él con la intención de advertirle
de los peligros que podría conllevar su actitud; pero la final opté por guardar
silencio y durante el camino «A ver si va a ser más listo de lo que creo y en
vez de ser un indigente con las facultades mentales mermadas: no es más que el
señuelo para llevar a cabo algún tipo de timo», he pensado antes de sentarme
frente al ordenador para dejar constancia de lo que he presenciado.
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