miércoles, 25 de noviembre de 2015

Escrito sentado en las escaleras de hormigón que hay un poco antes de que el Ebro reciba las aguas del Bayas...

Al llegar, he sacado mi libreta de apuntes y he comenzado a escribir unas páginas en el borrador de una novela que estoy intentando sacar adelante. Encontrándome absorto en ella, a eso del mediodía, he percibido una sensación cuanto menos extraña. De repente, me ha llamado la atención, y mucho, la calma conque trascurre el río; tan calmado casi como el propio día, como los pájaros, e incluso noto que estoy tan calmado como ellos… es más, durante unos minutos, no sentía ni el sonido de fondo que, otros días, emiten las cercanas fábricas ni el picoteo del pájaro carpintero sobre el viejo chopo que hay en la otra orilla ni tan siquiera el latido de mi propio corazón. Era tal la percepción de serenidad y sosiego que he experimentado que me pareció como si el transcurso del tiempo se hubiera detenido por unos instantes y ni siquiera soy consciente de la extensión de esa placida sensación; pero, lo verdaderamente extraño ha sido que al comenzar los árboles levemente a temblar, acompañados en todo el periodo, por el susurro de las hojas: ha sido el lamento de una de ellas la que al caer sobre el tácito y reposado río ha llamado mí atención. El agua, a su vez, ha emitido un sonido tan lastimero y apático que, aun estando absorto en mis pensamientos literarios, me ha devuelto a la realidad y, a continuación, la brisa no solo ha animado a los entristecidos y caducifolios chopos y alisos, sino que además, poco a poco, se han ido sumando: la reidora picaza, el alegre chirriar de los verdecillos, el toc, toc, toc, del carpintero y, por si fuera poco, también ha hecho acto de presencia, aunque tímidamente, el colorido jilguero. Y pasado un breve espacio de tiempo no solo se han unido, dando saltos en el agua, los peces, sino que también, por allí, han aparecido tres pescadores y todo cuanto ha acontecido me ha hecho considerar: que se trata de una transición estacional y que la melancolía que transmite el otoño, en realidad no es más que un cambio hacía un nuevo resurgir y no sé el porqué, por un momento, ha venido a la mente que la crisis mundial por la que estamos atravesando en la actualidad: no es más que una vicisitud y que si logramos superarla, sin duda alguna, será como volver a renacer tal como, en su día hiciese una y otra vez, el Ave Fénix. Tampoco sé el porqué me vienen estos pensamientos ni la necesidad que tengo de transcribirlos y compartirlos. Tal vez y digo tal vez, solo se trate para hacerme entender el porqué de mi existir.

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