Escrito el día 19 de noviembre de 2015, después de llenar la
tripa, a eso de las tres de la tarde.
Sin necesidad de extenderme ni entrar en valoraciones
por considerarlo, además de absurdo, innecesario; decir que:
Existen dos tipos de Literatura, la comercial y la
clásica. La primera consiste en entretener al lector y obtener el máximo de beneficio;
la segunda, además del entretenimiento y obtener algún tipo de beneficio,
conlleva implícito en el interlineado de la historia un mensaje con la
intención de persuadir al receptor.
Las editoriales, en la actualidad, se decantan más por
la literatura comercial, siempre y cuando la persona que lo haya escrito cuente
con el potencial suficiente de seguidores, amigos o familiares sin tener en
cuenta el valor literario del resto de las obras que son rechazadas por venir
de la mano de personas anónimas.
Con los escritores ocurre otro tanto de lo mismo. El
escritor comercial, además de entretener, su objetivo principal es ser
reconocido y, por ende, aumentar el número de ventas en el menor tiempo
posible; el clásico, por el contrario, su objetivo es que, además de
entretenidos, sus libros sirvan de aprendizaje y conduzcan a la reflexión, con
la intención de animarles a dar un paso hacia delante; en mi caso, la intención
no es otra que la de hacer llegar al mayor número de personas lo que encierran
en el interlineado mis escritos, sin que por ello tenga que renunciar al
patrocinio o socorro de quienes después de leer mis obras consideren que
merezco algún tipo de recompensa, y que, por supuesto, siempre será a merced de
su generosidad.
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