Escrito 20 de octubre de 2015
En Miranda de Ebro, el 12 de octubre de 2014, amaneció tan
afligido y plomizo como el de hoy; pese a ello, decidí salir a dar una vuelta
y, al cabo de un trecho, me encontraba paseando por la ciudad, en actitud
pensativa, cuando, de súbito, cambié el rumbo previsto, al observar lo
deteriorado que estaba el banco que está enfrente de la guardería ubicada en la
calle del Río, y me acerqué a él; me miró con actitud provocativa «¿Qué miras?,
¿acaso crees que soy culpable de la situación en que me hallo por haber sido
dejado a las buenas de Dios por quienes se supone deberían de velar tanto por
mi Bienestar como por el estado de conservación?», me dijo sin decir nada, y,
tras realizar un ademán negativo con la cabeza, continué paseando: cuestionando
y haciéndome cábalas sobre la actualidad y lo que nos deparará el futuro, si
esto no se remedia…
Al cabo de un tiempo, allá por el mes de mayo del
siguiente año… volví a pasar junto al susodicho, ya sabes, al que está enfrente
de la guardería…
—¡Vaya!,
parece que, con la llegada del buen tiempo y por el aspecto que luces, tu
estado anímico es totalmente contrario al que mostrabas la última vez que
coincidimos —le dije a la par que me arrellanaba sobre él. «La verdad es que,
aunque solo se trate de un lavado de cara, estoy pletórico… Parece que a ti,
también te han venido bien los 2/3 de jornada…», me respondió de igual forma
que la vez anterior...
—La verdad
es que sí, aunque me sigue inquietando el porvenir que nos pueda deparar el
futuro a ambos, si esta indeseable situación no se remedia… —le dije a la par
que le liberaba de tener que soportar mi peso, y, una vez en pie, me giré hacia
él y, antes de continuar con el rumbo que tenía previsto, le hice un guiño y le
brindé una sonrisa…
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