domingo, 22 de noviembre de 2015

Cosas que acontecen en mi ciudad… 1

Escrito en mayo de 2013

Paseando por la ciudad, al regresar de comprar media docena de gaseosas y un par de lechugas…

Al llegar junto a la confluencia de las calles Dos de Mayo con la de La Estación, es decir, el centro neurálgico de Miranda de Ebro, ayer, me llamó la atención un hecho bastante curioso:


En mitad de la peatonal y transitada vía, se encontraban dos personas, que por su aspecto físico me hicieron pensar que podrían ser árabes; aunque a decir verdad, no me atrevo a asegurarlo por el hecho de que no les escuché hablar y, además, la distancia en sí era tal que no pude cerciorarme de que nacionalidad podrían ser. Pero no fue eso lo que causó que fijase la vista en ellos, sino la situación en que estos se encontraban. Iban por todo el medio de la calle provistos de un carro, de los utilizados en cualquier centro comercial, tratando de transportar un colchón de matrimonio. Y, ante la indolencia de los transeúntes y testigos circunstanciales que descaradamente les miraban y reían, ante aquel desagradable marco escénico «¿les habrán desahuciado, y al no tener liquidez para solventar los gastos que derivan por realizar la mudanza a través de cualquiera de las empresas dedicadas a estos menesteres, se hallan visto obligados a utilizar dicho medio de transporte?,y, además de aquella lamentable situación, verse obligados a tener que soportar la humillación de algunos que sin ser conscientes de la realidad ni del problema por el que tal vez pudieran estar atravesando… los deshumanizados viandantes se reían a mandíbula partida por el medio de transporte utilizado para trasladar, tal vez, sus únicos enseres. En fin…, me entristece, y mucho, la pasividad de las personas que se tienen por buenas y, en cambio, ante las adversidades de otros: lo único que se les ocurrió fue señalarles con el dedo índice y mofarse de los desdichados emigrantes. Hoy les ha tocado a estas dos personas, mañana, podría verme en su misma situación; pero no sé, si tendría el suficiente valor  para defender lo poco que aún me queda: mi dignidad.




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