Escrito en mayo
de 2011
Mis derechos han sido vulnerados una vez más y me siento indignado.
Ayer, me dirigí a una de las
Notarías que hay en Miranda de Ebro, ciudad donde resido desde hace 17
años, con la intención de informarme sobre el costo de tramitación de
inscribir en el registro un Testamento Vital o Instrucciones Previas y
Voluntades Anticipadas, como mejor entiendan. Llegué a la oficina, a eso de las
doce y media, me recibió un señor,
el cual que me atendió correctamente en todo momento e incluso hablamos hasta
de un posible testamento abierto donde dejar las últimas voluntades referente a
mis pertenencias e incluso acordamos el precio del Vital y que acudiese al día
siguiente sin necesidad de solicitar cita previa, que una compañera me
atendería sin ningún problema y me apuntó en un folio la documentación que
tenía que presentar para poder redactar dicho testamento.
A primera hora
de hoy, he acudido a la Notaría y me he dirigido hacia el mostrador de información:
—Hola, buenos días. Estuve aquí ayer y el
señor que me atendió me dijo que me pasara hoy por aquí…
—Buenos días, ¿cómo se llama usted?
—Francisco Izquierdo.
—No consta su nombre en el apartado de citas
previas —respondió después de teclear y revisar la pantalla del ordenador.
Le expliqué lo
que habíamos acordado el día anterior su compañero y yo. Ella se levantó y
caminó hacia un despacho contiguo, al cabo de un par de minutos regresó junto a
mí.
—Sí, tiene usted razón, pero la persona que
le tiene que atender está ocupada, ¿podría volver dentro de media hora o así?
—Sí claro, ¡cómo no! —le dije y decidí salir
a tomarme un café, justo enfrente del edificio y regresé exactamente veinte
minutos después convencido de que sería atendido sin ningún problema; pero nada
más allá de la realidad, al cabo de otra media hora me acerqué de nuevo a la
chica que estaba para informar y le hice un gesto con la cabeza en señal de
pregunta. Ella me miró y se encogió de hombros al tiempo que se levantaba y
conducía sus pasos al susodicho despacho.
—Ahora enseguida le atienden —me dijo antes
de retornar a su puesto.
Asentí con la
cabeza y esbocé una sonrisa tan imperceptible como efímera y quedé a la espera
de nuevo. Al cabo de diez minutos, una tipa mal encarada, no por fealdad, sino
por tener cara de pocos amigos, barrió la sala con la mirada y al percatarse de
que no la quitaba el ojo de encima.
—¿Es usted Francisco Izquierdo? —preguntó
con un tono tan despectivo como aquel que tiene frente a sí a alguien que le
debe una ingente cantidad de dinero y sabe perfectamente que no se lo va a
pagar.
—Sí —dije a la par que me ponía en pie.
—Puede pasar —me indicó secamente.
Una vez en el despacho, le informé de todo cuanto habíamos acordado el
día anterior su compañero y yo.
—Ya, le entiendo, pero es que hoy no le van a poder atender, solo hay un
notario y está esperando a unos clientes así es que tendrá que esperarse hasta
el lunes o el martes que viene, ya que mañana no abrimos.
—Bien, sin ningún problema; pero, si no le importa, le abono sus honorarios
y me hace usted un escrito en el que conste que el testamento Vital se está
tramitando, porque nunca se sabe lo que le puede ocurrir a uno —le dije
tratando de convencerla, pero no hubo forma; se levantó y se introdujo en otro
despacho y, al cabo de unos minutos, salió acompañada de la señora notaria:
quien no con muy buenos modales y sí
muchas prisas, por el hecho de que en aquel momento habían aparecido por allí
un par de empresarios de Miranda y dedicados a la construcción.
—Quiero que sepa usted que, además de ser consciente, entiendo y admito
que pueda haber personas que solo les muevan los intereses económicos; pero,
que por muy importantes que estos puedan ser, para mí lo es mucho más el hecho
de, llegado el día, poder gozar de una muerte digna. ¿Tanto le cuesta a usted
firmar un papel donde se reconozca que se está tramitando ese documento? Ella,
se ha negado rotundamente y creo, a mí entender, que no afirmo, que
posiblemente para ella eran más beneficiosos los documentos de los
señores importantes. No hemos discutido, porque soy una persona pobre,
pero con educación y respeto.
—Espero que al menos entienda
que para mí, lo más importante es mi vida y forma de morir. Adiós, que
tengan ustedes un día productivo —dije antes de girarme y dirigir mis pasos
hacia la salida.
Nada más poner
el pie en la Calle de La Estación, decidí acudir a otra de las Notarías que hay
en la ciudad y, para mi sorpresa, hago
saber que no solo me han atendido correctamente, sino que, además de sentir la
cercanía y la calidez de las personas que allí trabajan, me dejaron
las cosas casi concluidas, pues no solo era cuestión de ellos y me he venido
feliz y satisfecho por todo y con más de la mitad de mi
dinero en el bolsillo . Brindo por las personas que piensan que no todo en
la vida es dinero. Desde aquí agradecerles y
hacerles saber que gracias a personas como ellas, son las que me hacen ver que
la vida vale la pena y que aun con sus circunstancias negativas. La veo, la
vivo, la pienso, la siento y la describo: Como
algo Maravilloso.
Y, «aprovechando que el Pisuerga pasa por
Valladolid», gritarle al mundo entero desde mi ventana que: ¡Ya está bien! Que esos
gobiernos y países que se niegan a darnos el derecho de morir
dignamente, argumentando que es por moralidad y tantas estupideces
como dicen e inventan. ¿Quién mejor que uno mismo para decidir qué hacer con su propia vida o de qué manera terminarla?
Pido desde aquí: que la Eutanasia sea
un derecho real para esas personas que tenemos tantas obligaciones que
incluso en el caso de no estar de acuerdo nos obligan a cumplir. ¡Eutanasia libre y gratuita!, y dejad a un lado
los verdaderos intereses ocultos: negociar incluso con algo tan desagradable
como es la muerte. Creo que es un derecho que
nos pertenece, y, aquel que no quiera que se cumpla, pues, que se gaste los
dineros en tramitar el testamento de: Quiero vivir, sufriendo y
agonizando y que si la enfermedad no es lo suficientemente dura y cruel.
Llegado el caso, autorizo a que me causen
incluso más dolor, con todo aquello que éstos que defienden mis intereses
piensen y me aseguren una larga y destructiva agonía.
«Señores» políticos, ¡déjense de
estupideces y déjennos al menos morir dignamente, ya que durante toda
nuestra existencia no les hemos reportado más que beneficios a los
poderosos: ¡Abajo la ostentación del poder! ¡Basta ya, de tantas falacias «señores» que dirigen el
Mundo!, ¡basta de tanta Demagogia!, y dad al
pueblo gratis lo que a este le pertenece por Ley y Naturaleza.
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