Escrito en 2013
Todos sabemos que el agua es la principal fuente de
vida y que el cuerpo humano está constituido por un 75% al nacer y por un 65%
en la edad adulta.
Por otro lado, al haber nacido en el mes de noviembre
y, en concreto por el día en cuestión, me corresponde el signo Escorpio, es
decir, pertenezco a un signo de agua y, para mí, eso supone que el simple hecho
de contemplar cómo cae la lluvia o cómo esta discurre por los diferentes tipos
de cauces: es suficiente para apaciguar cualquier alteración emocional que
manifieste mi organismo y, es por ello, que, me gusta observar las diferentes
formas con que actúa al entrar en contacto con el suelo y, además de deleitarme
con la vista y el oído, a través del olfato percibo la sensación calmosa y el
agradable y persistente olor a tierra mojada… quien, a su vez, me hace regresar
hasta mi ciudad natal, es decir, a la infancia. Allí, los chavales del barrio pasábamos horas y horas construyendo pozas en el Arroyo primero, o
siguiendo con entusiasmo el discurrir de los barquitos o cualquier objeto que
flotase ladera abajo.
En los regatos, dependiendo de la estación, podíamos capturar
del reino animal: abejarucos, renacuajos, ranas, peces y salamandras; del
vegetal, pamplinas y poleo, unas para las ensaladas y el otro bien para
gazpachos, o bien como aderezo para las patatas cocidas, dando a estas un aroma
y gusto muy agradable.
En tiempo estival acompañábamos a mi abuela, Morena,
a buscar agua al Caño soso, que está o estaba ubicado en El Camino de las Huertas,
y, también, en esa estación, acudíamos en familia o en manadas al río Jerte, unas
veces a La Isla, otras a La Trucha, El Enrollao, La Pesquera de los Hortelanos,
La Playina de los Ángeles o La Pesquera del km. 4.
Son tan lindos y agradables los recuerdos que el agua
me trae a la mente que ni siquiera me importa el mojarme cuando llueve…
En reiteradas ocasiones algunas personas: «Te vas a
mojar, Francisco, ¿cómo no llevas paraguas, con la que está cayendo?», me
dicen al cruzarse conmigo en cualquier calle o camino…
—Me da
igual. Ya me secaré cuando llegue a casa.
—¡Joder, tío!
Pero el mojarse, así sin más, es cosa de tontos —dicen tratando de justificar
su actuación.
—Te vuelvo a
decir que no me importa en absoluto. Han sido tantas las veces que me he tenido
que mojar en contra de mi propia voluntad cuando estaba trabajando… Así es que
ahora incluso lo disfruto por el hecho de ser una cosa voluntaria; pero he de
decirte que en algo sí que tienes razón, y es en lo tonto que he sido con
respecto a dejar mi piel en cualquier empresa por donde he pasado: durante mi
vida laboral he procurado realizar las tareas encomendadas con esmero, y a día
de hoy, a ningún empresario le importa si tengo para llegar a fin de mes o para
comer; así es que como dice el refranero español: «Al mal tiempo hay que
ponerle buena cara» y «Nunca es tarde para aprender…».
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