martes, 24 de noviembre de 2015

Cosas que acontecen en mi ciudad... 3

Escrito en junio de 2013

Aparece un muerto junto al río Ebro.

El sábado pasado, como cada día, salí a pasear después de haber realizado mis rutinas diarias, acompañar a mi mascota a vaciar sus intestinos, acercarme a recoger el pan nuestro de cada día…, todo iba bien hasta que un imprevisto cambió mis planes: apartarme un poco de la Sociedad y escribir allí, sentado en las escaleras de hormigón que están junto al río, donde confluyen  las aguas del río Bayas con las del Ebro, es decir, en las inmediaciones de las Piscinas Municipales.

Unos metros antes de llegar, a eso de las once horas, me llamó la atención que en mitad del camino se encontraban atravesados dos vehículos policiales, uno de Policía Municipal y otro de Policía Nacional. Y, coincidiendo conmigo, llegaron, en un todo terreno, dos personas y se bajaron de él justo cuando me desviaba para continuar por la senda que conduce hacia el lugar donde suelo escribir. Tras saludar a las (FCSE) Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado con un hola, buenos días: «Quieto ahí… no se puede pasar. ¡Por favor!,  continúe su paseo por el camino» y al girarme «Os tendréis que hacer cargo del vehículo vosotros… del cuerpo tenemos que esperar a que venga el juez y autorice el levantamiento» —escuché decir a uno de los nacionales, dirigiéndose al más joven de los  que acababan de llegar en el 4x4.

Lo primero que pasó por mi cabeza tras ver que entre la maleza se encontraba un vehículo junto al río, con las puertas abiertas de par en par «Algo ha ocurrido aquí anoche» y continué unos veinte metros más y me senté en uno de los bancos que hay bajo un cobertizo de madera que hay en el paraje destinado para hacer un alto en el camino a quienes transitan diariamente el lugar.

Un cuarto de hora después, llego en silencio una ambulancia, se bajaron el médico y el conductor, se dirigieron hacia donde se encontraba el vehículo y, cinco minutos después, regresaron junto a las autoridades y, tras entregarles  un papel, se introdujeron de nuevo en vehículo asistencial y se marcharon sin más: por el mismo lugar por donde estos habían llegado.

Un poco después, el señor de más edad, acompañado por un perrito negro se ha acercó hasta el cobertizo y se sentó en el cuarto banco, a unos diez metros de mí; y, a continuación, tras un largo suspiro, sacó un móvil de uno de los bolsillos y, unos segundos después: «Es Manuel… se ha muerto Manuel»      —dijo sin más, con voz entrecortada, sin poder contener sus lágrimas. Tras realizar varias llamadas, al terminar la conversación, el señor se levantó «aparentemente más sereno», y dirigía sus pasos hacia donde se encontraban las autoridades cuando, al pasar junto a mí:

   —¡Perdone usted, buen hombre! No he podido evitar escuchar lo que ha estado hablando, ¿es algún familiar el señor que ha fallecido?

   —Es mi hermano —respondió sollozando.

   —Le acompaño en el sentimiento, amigo —le dije sin levantarme del banco.

   —Gracias majo.

  —¿Qué edad tenía, su hermano? —interrogué sin poder controlar mi curiosidad.

   —Ochenta y tres. —dijo con voz afligida—: ¡¿Quién le iba a decir a él que iba a encontrar la muerte hoy?! —exclamó, con haciendo un ademán de sorpresa.

   —Perdón, ¿cómo dice?

   —Ayer, antes de dormir, me comentó que vendría a pasar la mañana pescando y no han pasado siquiera tres horas que ha salido de casa…—Esas fueron sus últimas palabras para conmigo.
Ante lo que presencié y escuché, muy a mi pesar, me sorprendió que no se pudiesen ni acercar los familiares hasta que llegó, a eso de la una y veinte, el médico forense. El cual se tuvo que desplazar junto a varios vehículos más desde la ciudad de Burgos: «¿Pero cómo es posible que en una ciudad que ronda los treinta y nueve mil habitantes, no disponga de este servicio?», me dije para mí mismo, «es vergonzoso que a día de hoy ocurran estas cosas, ¿acaso son más necesarias cubrir las plazas de tantos concejales en los ayuntamientos? ¡Basta ya de recortar en las cosas necesarias! ».

Y, es por todo ello que, desde aquí me dirijo a:

Sres. Políticos:

Si quieren hacer algo productivo para que el país salga adelante, recorten el número de mandatarios, es decir, menos a mandar y más a trabajar; ya que,  la creación de empleo es el único camino para salir de esta luctuosa situación a la que nos ha conducido, su ineptitud como defensores del Pueblo, a un gran número de ciudadanos/as cuyo único medio de vida depende exclusivamente del trabajo.

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