Escrito en junio de 2013
Aparece un muerto junto al río Ebro.
El sábado pasado, como cada día, salí a pasear
después de haber realizado mis rutinas diarias, acompañar a mi mascota a vaciar
sus intestinos, acercarme a recoger el pan nuestro de cada día…, todo iba bien
hasta que un imprevisto cambió mis planes: apartarme un poco de la Sociedad y
escribir allí, sentado en las escaleras de hormigón que están junto al río,
donde confluyen las aguas del río Bayas
con las del Ebro, es decir, en las inmediaciones de las Piscinas Municipales.
Unos metros antes de llegar, a eso de las once horas,
me llamó la atención que en mitad del camino se encontraban atravesados dos
vehículos policiales, uno de Policía Municipal y otro de Policía Nacional. Y,
coincidiendo conmigo, llegaron, en un todo terreno, dos personas y se bajaron
de él justo cuando me desviaba para continuar por la senda que conduce hacia el
lugar donde suelo escribir. Tras saludar a las (FCSE)
Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado
con un hola, buenos días: «Quieto ahí… no se puede pasar. ¡Por favor!, continúe su paseo por el camino» y al girarme
«Os tendréis que hacer cargo del vehículo vosotros… del cuerpo tenemos que
esperar a que venga el juez y autorice el levantamiento» —escuché decir a uno
de los nacionales, dirigiéndose al más joven de los que acababan de llegar en el 4x4.
Lo primero que pasó por mi cabeza tras ver que entre
la maleza se encontraba un vehículo junto al río, con las puertas abiertas de
par en par «Algo ha ocurrido aquí anoche» y continué unos veinte metros más y
me senté en uno de los bancos que hay bajo un cobertizo de madera que hay en el
paraje destinado para hacer un alto en el camino a quienes transitan
diariamente el lugar.
Un cuarto de hora después, llego en silencio una
ambulancia, se bajaron el médico y el conductor, se dirigieron hacia donde se
encontraba el vehículo y, cinco minutos después, regresaron junto a las
autoridades y, tras entregarles un
papel, se introdujeron de nuevo en vehículo asistencial y se marcharon sin más:
por el mismo lugar por donde estos habían llegado.
Un poco después, el señor de más edad, acompañado por
un perrito negro se ha acercó hasta el cobertizo y se sentó en el cuarto banco,
a unos diez metros de mí; y, a continuación, tras un largo suspiro, sacó un
móvil de uno de los bolsillos y, unos segundos después: «Es Manuel… se ha
muerto Manuel» —dijo sin más, con
voz entrecortada, sin poder contener sus lágrimas. Tras realizar varias
llamadas, al terminar la conversación, el señor se levantó «aparentemente más
sereno», y dirigía sus pasos hacia donde se encontraban las autoridades cuando,
al pasar junto a mí:
—¡Perdone
usted, buen hombre! No he podido evitar escuchar lo que ha estado hablando, ¿es
algún familiar el señor que ha fallecido?
—Es mi hermano —respondió sollozando.
—Le acompaño en el sentimiento, amigo —le dije
sin levantarme del banco.
—Gracias majo.
—¿Qué edad
tenía, su hermano? —interrogué sin poder controlar mi curiosidad.
—Ochenta y tres. —dijo con voz afligida—: ¡¿Quién
le iba a decir a él que iba a encontrar la muerte hoy?! —exclamó, con haciendo
un ademán de sorpresa.
—Perdón, ¿cómo dice?
—Ayer, antes de dormir, me comentó que vendría
a pasar la mañana pescando y no han pasado siquiera tres horas que ha salido de
casa…—Esas fueron sus últimas palabras para conmigo.
Ante lo que presencié y escuché, muy a mi pesar, me
sorprendió que no se pudiesen ni acercar los familiares hasta que llegó, a eso
de la una y veinte, el médico forense. El cual se tuvo que desplazar junto a
varios vehículos más desde la ciudad de Burgos: «¿Pero cómo es posible que en
una ciudad que ronda los treinta y nueve mil habitantes, no disponga de este
servicio?», me dije para mí mismo, «es vergonzoso que a día de hoy ocurran
estas cosas, ¿acaso son más necesarias cubrir las plazas de tantos concejales
en los ayuntamientos? ¡Basta ya de recortar en las cosas necesarias! ».
Y, es por todo ello que, desde aquí me dirijo a:
Sres. Políticos:
Si quieren hacer algo productivo para que el país
salga adelante, recorten el número de mandatarios, es decir, menos a mandar y
más a trabajar; ya que, la creación de
empleo es el único camino para salir de esta luctuosa situación a la que nos ha
conducido, su ineptitud como defensores del Pueblo, a un gran número de
ciudadanos/as cuyo único medio de vida depende exclusivamente del trabajo.
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