Pensado y escrito sentado en el deteriorado banco que
está en frente de la guardería que está ubicada en la calle del río, el día 13
de agosto de 2014
Caminaba cabizbajo, por el sendero de hormigón que
discurre paralelo al río que goza de ser el más caudaloso de toda la Península
Ibérica… haciendo cavilaciones sobre su futuro inmediato e incierto, un albañil
cincuentón, desgarbado, barrigudo y en desuso… —que sin necesidad de tener que
medirle evidenciaban que bien podría superar los 180 centímetros de
estatura, y, cuyo volumen corporal, haría pensar a cualquiera que bien podría
pasar de las doce arrobas, o sea, más de 138 kilos—, cuando de repente, se vino
abajo el plan que se había trazado antes de salir de casa y, tras abandonar la
idea de pasear junto a las riberas de su estimado y transitado Ebro, optó por
tomar el camino más corto y directo que desde allí conducía hasta la zona donde,
cada día, se reúnen entorno a una treintena de
personas, entre participantes y espectadores, para jugar a la petanca;
pero a mitad de camino, tras comprobar que aún era temprano y que la
concurrencia era escasa, decidió sentarse en un solitario y decrépito banco con
la intención de hacer un poco de… algo que afortunadamente para él es de
lo único que anda sobrado: tiempo.
Al dejarse caer sobre el agrietado y desconchado
asiento, este soltó un crujido que hizo que el corpulento albañil se agarrara
al respaldo con su mano izquierda y con la derecha al negro y metálico apoyabrazos «Lo que me faltaba ya… ir a sentarme y caer como un chorroborro»,
pensó mientras la palidez de su rostro se iba transformando de manera pausada.
Tras recobrar la compostura, a través de su fino
olfato y oído, percibió una fragancia a frescura y bienestar tan sutil como el
susurro que emitía el céfiro que la transportaba. Miró hacia el deteriorado
asiento y se compadeció de este «resignación y paciencia amigo: no nos queda
otra compañero… estamos en el mismo bando. Así es y está la vida por culpa de
esta injusta sociedad, donde, después de habernos sacado el máximo rendimiento
nos dejan a la buena suerte, así sin más. Y todo debido a la mala gestión
ejercida durante años y legislaturas encubiertas en pos de sus propios
beneficios por aquellos que ni siquiera es preciso ni merecen la pena de ser
nombrados» —dijo a modo de despedida, antes de partir hasta el destino que se
había prefijado antes de hacer un alto en el camino.
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