jueves, 3 de diciembre de 2015

Cosas que acontecen en mi ciudad... 10

«Planteamiento matemático…».  

X +Y= S. I. C.

Escrito el 30 de noviembre de 2015


A mediados de mes, día arriba o abajo, X caminaba por el entramado de calles que conforman las peatonalizadas calles del entorno del punto neurálgico de la ciudad, cuando, de súbito, decidió adentrase en la Oficina de Correos: con la intención de comprobar si había algo en el interior del apartado que su esposa tiene alquilado con la susodicha entidad y, al abrir el buzón asignado, observó y recogió los tres sobres que previamente habían sido depositados esa misma mañana por el funcionario que tiene encomendada la «ardua» tarea.

Una vez en la calle, revisó los remitentes: el primero, pertenecía a la entidad bancaria donde, a pesar de la fidelidad mantenida desde el año 1995, le cobran hasta por enviar la correspondencia; el segundo, estaba a nombre de su esposa y estaba relacionado con una Asociación donde, además de voluntaria, colabora con un pequeño aporte económico desde hace varios años; el tercero, lo abrió, sin mirar a nombre de quien iba dirigido, pensando que podría tratarse de algún comunicado laboral: por el hecho de que, un mes antes, había concluido la eventual contratación firmada con la Institución Municipal. «¡¿Qué raro, si juraría que lo tenemos domiciliado?!, pensó y, en lugar de continuar con el paseo que tenía previsto, optó por acudir a la entidad bancaria:

   —Hola, buenos días —dijo exhibiendo la documentación frente a la ventanilla, por el hecho de que a esas horas no había nadie ajeno a la sucursal.

   —Hola, ¿en qué le puedo ayudar?

   —La verdad es que no sé porqué me han enviado esto, ya que, me parece que el recibo del IBI también le tenemos domiciliado; pero como últimamente ocurren tantas cosas…

   —¿Y quería usted?

   —Comprobarlo.

   —Lo siento, pero en estos momentos tengo el ordenador bloqueado.

   »¿Ha traído la Libreta de ahorros?

   —No, no, pero llevo la tarjeta.

   —Está bien, pero con ella, lo único que podríamos hacer es realizar el pago.

   —Vale —dijo pensando que, en caso de estar pagado bastaría con devolver el recibo desde mi ordenador.

Salimos al vestíbulo y, el empleado, introdujo la tarjeta de débito en uno de los cajeros automáticos.

   —Por favor, teclee la clave —indicó al tiempo que apartaba la vista de la zona de acción.

Una vez concluida la tarea encomendada, él empleado se encargó de realizar las operaciones que el sistema le fue indicando textualmente en la pantalla y, al terminar la operación, le entregó la tarjeta y el testigo que avalaba el pago.

   —Muchas gracias —le dijo.

   —A usted —respondió y, tras despedirse con un simple adiós, él retornó a su asiento y X continuó con el itinerario previsto: Calle Estación hasta que, al llegar a la altura del bar Don Quijote, giró a la derecha y tomó la Ronda del Ferrocarril hasta el paso de peatones que permite el acceso la carretera del PEMBU y, al llegar frente al Polideportivo Municipal, giró a la izquierda y, tras recorrer los escasos cien metros de asfalto que hay hasta llegar a la depuradora, prosiguió caminando por la senda que discurre entre el Bayas y las recientemente labradas tierras de cultivo que se hayan ubicadas entre el polideportivo y el río hasta que, al llegar al cobertizo, optó por sentarse en uno de los cuatro bancos durante media hora, más o menos. Luego reanudó la marcha contra corriente, siguiendo la ruta del sendero de hormigón hasta que, al llegar a la altura del «anfiteatro», una vez librado el desnivel a través de las que en su juventud formaron parte directa de los elementos fundamentales que facilitaban el tránsito de los trenes y garantizaban la estabilidad y seguridad de la línea férrea, las mismas que: en la actualidad se encargan de facilitar el trasiego de personas y animales dejándose pisar por unos y otros como si fueran un vulgar peldaño y, sin más dilación, fijó la mirada en el punto de reunión y partió hacia allí atravesando, cual si fuera un alfil, en amarillento y rugoso espolón donde en los días de mercado se instalan los diversificados tenderetes hasta llegar a la zona acondicionada y destinada para la práctica del juego de la petanca y se sentó a conversar con otras personas que como él acuden allí en busca de caraba y/o intercambio de opiniones de cualquier índole, hasta que, a eso de las dos regresó a casa.

   —Guarda este comprobante —dijo a su esposa después de cumplir con el protocolo de encuentros y despedidas.

   —¿Qué es?

   —He pagado lo del IBI.

   —¡¿Cómo dices?!

   —Míralo y saldrás de dudas.

   —Pero si esto ya está pagado.

   —Entonces…, ¡a qué hostias mandan esto!

   —Mira, lo han cobrado el día 4 —dijo señalando con el índice sobre el apunte registrado en la libreta.
   —Bueno, ya iré mañana a solucionarlo, que si no está cerrado el banco, andarán en ello —dijo a la par que se adentraba en la cocina para servirse un plato de cocido, ¡como Dios manda!, con todos sus sacramentos, es decir, con comuelgo: tal y como dicen en su tierra.

A la mañana siguiente, salió de casa temprano, y condujo sus pasos hacia la sucursal y después de comprobar que nada se podía hacer para devolver el recibo, como consecuencia de que allí rezaba que había sido él quien voluntariamente había realizado el pago y por el hecho de que era cliente de la Oficina Principal y no de aquella sucursal, tras leer los pasos a seguir en la pantalla del ordenador, aconsejó a X que se dirigiese hasta el Ayuntamiento para solventar el problema y le entregó un justificante nuevo de pago y, tras quedar todo aclarad, X se dirigió hasta la Oficina del INEM por que tenía concertada una cita desde el día anterior y, al término de las gestiones, se puso en camino hacia el Consistorio, pero, al llegar al semáforo que está en frente de la Oficina Principal y tener que esperar a que este se pusiera en verde, cambió de opinión y entró directamente en la entidad bancaria. Allí coincidió con un compañero de trabajo y, mientras esperaba le tocase el turno de ser atendido, le comentó el motivo de su estancia. El compañero le informó de que en cierta ocasión fue a reclamar un recibo del agua y, que según él había pagado dos veces, le dijeron que allí no se devolvía dinero, pero que no se preocupase, que serviría para abonar el siguiente recibo… Ahí quedó zanjada la conversación, le tocaba el turno a X y se dirigió hacia el apartado donde se encontraba el que le tenía que atender. Cinco minutos después, X salía del banco con dirección al Ayuntamiento, tal y como le aconsejó el negociante. Al llegar al Consistorio, después de pasar por tres ventanillas, accedió al despacho de recaudaciones y, tras exponer el caso al funcionario aportando todo tipo de documentos que avalaban sus palabras y comprobar que no era posible la devolución por el hecho de que aún no había llegado ninguna notificación telemática y porque ni siquiera aparecía el nombre de su mujer, por el hecho de que viven en un piso de alquiler que pertenece a la Junta de castilla y León:

   —Creo que lo más acertado sería devolver el recibo que tiene domiciliado; aunque perdería usted el 5% de descuento por tener domiciliado el cobro       —indicó el funcionario.

   —Está, bien, no creo que por cinco euros termine de arruinarme —dijo y, de la misma forma que había llegado, tras despedirse: continuó desde la Plaza de España hasta la Calle de la Estación, entró en la entidad financiera y tras contarle la historia de nuevo al que estaba en información, este le comunicó a X que le tendría que cobrar una comisión de dos euros por la tramitación; pero que si disponía de Línea Abierta lo podría gestionar el mismo desde casa.

   —Bien , bien cóbrelo ya de una vez —dijo con buenos modales, con el fin de salir de allí cuanto antes y por evitar tener decirle en su cara lo que pensaba realmente de todo aquello, por Principios: que no por falta de Razones. Y, al salir a la calle, tras cruzar por el paso de peatones, se alargó caminando siguiendo la ruta del día anterior completa hasta que al llegar a la altura del IES Fray Pedro Urbina, como aún era temprano para llenar la tripa, en lugar de hacer el recorrido tradicional, opté por continuar por Ronda del Ferrocarril y, al llegar a la altura del bar Moon TV, un reiterado y repentino toque de claxon hizo que volviese la mirada hacia la izquierda y, al comprobar de quién era le saludé con un movimiento de cabeza… y, a pesar de contar con una abultada agenda de estimados y conocidos: Y es la única persona que hasta ahora a alcanzado en nivel de amigo en Miranda de Ebro.

El semáforo estaba en verde para los vehículos y, tras girar a la derecha, se detuvo junto al bordillo, más o menos, a mitad de camino de la siguiente intersección y, al advertir la maniobra, X acelero el paso hasta situarse frente a él y, tras inclinarse un poco, le consultó con la mirada y, acto seguido, Y abrió la puerta del copiloto:

   —Voy a la gasolinera a buscar una bombona de butano, ¿vienes?

X asintió con un gesto y se introdujo en el coche y, tras cerrar la puerta, Y reanudó la marcha con dirección a la N-1

   —Tienes que tener más cuidado —advirtió, a la par que se colocaba el cinturón de seguridad.

   —¡¿Por?!

   —Porque, además de estar prohibido, hay una cámara que controla el tráfico de la rotonda, ¿no lo sabes?

   —Si todavía no está en funcionamiento.

   —Eso es una excusa barata, imagínate que casualmente pasa por aquí el Multacar…

Y, como su reacción fue guardar silencio, X aprovechó para contarle lo ocurrido con el susodicho recibo del IBI y, después de recoger la bombona, de regreso a la ciudad.

   —El otro día fui a cambiar treinta euros que tenía en monedas de cinco, dos y un céntimo y, me dijo que tenía que ingresármelo en la cuenta, a mí que me dices, pues hazlo. Es que te tengo que cobrar la comisión, me dijo. ¡¿Qué comisión?!, le dije, y me respondió que se trataba de una transferencia y que era por eso y…

   —¡Qué sinvergüenzas que son…! —exclamó X meneando la cabeza hacia los lados con reiteración.

   —… le dije, ¿qué pasa que no es dinero? Sí, sí, claro que es dinero pero aquí no hacemos cambios. Pues si no lo cambian en un banco usted me dirá dónde. Haces la transferencia y ya está… Venga, venga devuélvame los paquetes que no tengo porqué pagar nada y…

   —Que jeta el tío, ¿no?

   —… de la misma me fui a otra caja y…

   —¿Pero ahí es donde tienes el dinero?

   —Claro, ¿dónde lo voy a tener si no? …si te descuidas me fue casi peor, allí, para ahorrarme la comisión me dijo que tenían un mínimo y cogí las monedas y me fui sin decirle ni adiós.

   —Bueno, pues si el tope son diez euros; por ejemplo, pues: vas tres veves en lugar de una y asunto arreglado, ¿no?

   —No, no, si al final se lo conté al del quiosco donde compro las cajas de los cromos de futbol y me digo que cuando necesitase cambiar algo que a él no lo importaba.

   —Anda, para que veas ¡jodete! —dijo X al tiempo que se apeaba del coche y se despedían hasta el día siguiente.

¿Qué, cuál es el problema que tienen en común X e Y?

Pues, algo tan sencillo como disparatado; tener que sobrevivir en una Sociedad tan Injusta como Consentida…: donde siempre le toca perder a los que menos tienen.



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