«Planteamiento matemático…».
X +Y= S. I. C.
X +Y= S. I. C.
Escrito el 30 de noviembre de 2015
A mediados de mes, día arriba o abajo, X caminaba por
el entramado de calles que conforman las peatonalizadas calles del entorno del
punto neurálgico de la ciudad, cuando, de súbito, decidió adentrase en la
Oficina de Correos: con la intención de comprobar si había algo en el interior
del apartado que su esposa tiene alquilado con la susodicha entidad y, al abrir
el buzón asignado, observó y recogió los tres sobres que previamente habían
sido depositados esa misma mañana por el funcionario que tiene encomendada la
«ardua» tarea.
Una vez en la calle, revisó los remitentes: el
primero, pertenecía a la entidad bancaria donde, a pesar de la fidelidad
mantenida desde el año 1995, le cobran hasta por enviar la correspondencia; el
segundo, estaba a nombre de su esposa y estaba relacionado con una Asociación
donde, además de voluntaria, colabora con un pequeño aporte económico desde
hace varios años; el tercero, lo abrió, sin mirar a nombre de quien iba
dirigido, pensando que podría tratarse de algún comunicado laboral: por el
hecho de que, un mes antes, había concluido la eventual contratación firmada
con la Institución Municipal. «¡¿Qué raro, si juraría que lo tenemos domiciliado?!,
pensó y, en lugar de continuar con el paseo que tenía previsto, optó por acudir
a la entidad bancaria:
—Hola,
buenos días —dijo exhibiendo la documentación frente a la ventanilla, por el
hecho de que a esas horas no había nadie ajeno a la sucursal.
—Hola, ¿en qué le puedo ayudar?
—La verdad
es que no sé porqué me han enviado esto, ya que, me parece que el recibo del
IBI también le tenemos domiciliado; pero como últimamente ocurren tantas cosas…
—¿Y quería
usted?
—Comprobarlo.
—Lo siento,
pero en estos momentos tengo el ordenador bloqueado.
»¿Ha traído
la Libreta de ahorros?
—No, no,
pero llevo la tarjeta.
—Está bien,
pero con ella, lo único que podríamos hacer es realizar el pago.
—Vale —dijo
pensando que, en caso de estar pagado bastaría con devolver el recibo desde mi
ordenador.
Salimos al vestíbulo y, el empleado, introdujo la
tarjeta de débito en uno de los cajeros automáticos.
—Por favor,
teclee la clave —indicó al tiempo que apartaba la vista de la zona de acción.
Una vez concluida la tarea encomendada, él empleado se
encargó de realizar las operaciones que el sistema le fue indicando
textualmente en la pantalla y, al terminar la operación, le entregó la tarjeta
y el testigo que avalaba el pago.
—Muchas gracias
—le dijo.
—A usted
—respondió y, tras despedirse con un simple adiós, él retornó a su asiento y X
continuó con el itinerario previsto: Calle Estación hasta que, al llegar a la
altura del bar Don Quijote, giró a la derecha y tomó la Ronda del Ferrocarril
hasta el paso de peatones que permite el acceso la carretera del PEMBU y, al
llegar frente al Polideportivo Municipal, giró a la izquierda y, tras recorrer
los escasos cien metros de asfalto que hay hasta llegar a la depuradora,
prosiguió caminando por la senda que discurre entre el Bayas y las
recientemente labradas tierras de cultivo que se hayan ubicadas entre el
polideportivo y el río hasta que, al llegar al cobertizo, optó por sentarse en
uno de los cuatro bancos durante media hora, más o menos. Luego reanudó la
marcha contra corriente, siguiendo la ruta del sendero de hormigón hasta que,
al llegar a la altura del «anfiteatro», una vez librado el desnivel a través de
las que en su juventud formaron parte directa de los elementos fundamentales que
facilitaban el tránsito de los trenes y garantizaban la estabilidad y seguridad
de la línea férrea, las mismas que: en la actualidad se encargan de facilitar
el trasiego de personas y animales dejándose pisar por unos y otros como si fueran
un vulgar peldaño y, sin más dilación, fijó la mirada en el punto de reunión y
partió hacia allí atravesando, cual si fuera un alfil, en amarillento y rugoso
espolón donde en los días de mercado se instalan los diversificados tenderetes
hasta llegar a la zona acondicionada y destinada para la práctica del juego de
la petanca y se sentó a conversar con otras personas que como él acuden allí en
busca de caraba y/o intercambio de opiniones de cualquier índole, hasta que, a
eso de las dos regresó a casa.
—Guarda este comprobante —dijo a su esposa
después de cumplir con el protocolo de encuentros y despedidas.
—¿Qué es?
—He pagado
lo del IBI.
—¡¿Cómo
dices?!
—Míralo y
saldrás de dudas.
—Pero si
esto ya está pagado.
—Entonces…,
¡a qué hostias mandan esto!
—Mira, lo
han cobrado el día 4 —dijo señalando con el índice sobre el apunte registrado
en la libreta.
—Bueno, ya
iré mañana a solucionarlo, que si no está cerrado el banco, andarán en ello
—dijo a la par que se adentraba en la cocina para servirse un plato de cocido,
¡como Dios manda!, con todos sus sacramentos, es decir, con comuelgo: tal y
como dicen en su tierra.
A la mañana siguiente, salió de casa temprano, y
condujo sus pasos hacia la sucursal y después de comprobar que nada se podía
hacer para devolver el recibo, como consecuencia de que allí rezaba que había
sido él quien voluntariamente había realizado el pago y por el hecho de que era
cliente de la Oficina Principal y no de aquella sucursal, tras leer los pasos a
seguir en la pantalla del ordenador, aconsejó a X que se dirigiese hasta el
Ayuntamiento para solventar el problema y le entregó un justificante nuevo de
pago y, tras quedar todo aclarad, X se dirigió hasta la Oficina del INEM por
que tenía concertada una cita desde el día anterior y, al término de las
gestiones, se puso en camino hacia el Consistorio, pero, al llegar al semáforo
que está en frente de la Oficina Principal y tener que esperar a que este se
pusiera en verde, cambió de opinión y entró directamente en la entidad
bancaria. Allí coincidió con un compañero de trabajo y, mientras esperaba le
tocase el turno de ser atendido, le comentó el motivo de su estancia. El
compañero le informó de que en cierta ocasión fue a reclamar un recibo del agua
y, que según él había pagado dos veces, le dijeron que allí no se devolvía
dinero, pero que no se preocupase, que serviría para abonar el siguiente
recibo… Ahí quedó zanjada la conversación, le tocaba el turno a X y se dirigió
hacia el apartado donde se encontraba el que le tenía que atender. Cinco
minutos después, X salía del banco con dirección al Ayuntamiento, tal y como le
aconsejó el negociante. Al llegar al Consistorio, después de pasar por tres
ventanillas, accedió al despacho de recaudaciones y, tras exponer el caso al
funcionario aportando todo tipo de documentos que avalaban sus palabras y
comprobar que no era posible la devolución por el hecho de que aún no había
llegado ninguna notificación telemática y porque ni siquiera aparecía el nombre
de su mujer, por el hecho de que viven en un piso de alquiler que pertenece a
la Junta de castilla y León:
—Creo que lo
más acertado sería devolver el recibo que tiene domiciliado; aunque perdería
usted el 5% de descuento por tener domiciliado el cobro —indicó el funcionario.
—Está, bien,
no creo que por cinco euros termine de arruinarme —dijo y, de la misma forma
que había llegado, tras despedirse: continuó desde la Plaza de España hasta la
Calle de la Estación, entró en la entidad financiera y tras contarle la
historia de nuevo al que estaba en información, este le comunicó a X que le
tendría que cobrar una comisión de dos euros por la tramitación; pero que si
disponía de Línea Abierta lo podría gestionar el mismo desde casa.
—Bien , bien
cóbrelo ya de una vez —dijo con buenos modales, con el fin de salir de allí
cuanto antes y por evitar tener decirle en su cara lo que pensaba realmente de
todo aquello, por Principios: que no por falta de Razones. Y, al salir a la
calle, tras cruzar por el paso de peatones, se alargó caminando siguiendo la ruta
del día anterior completa hasta que al llegar a la altura del IES Fray Pedro
Urbina, como aún era temprano para llenar la tripa, en lugar de hacer el
recorrido tradicional, opté por continuar por Ronda del Ferrocarril y, al llegar
a la altura del bar Moon TV, un reiterado y repentino toque de claxon hizo que
volviese la mirada hacia la izquierda y, al comprobar de quién era le saludé
con un movimiento de cabeza… y, a pesar de contar con una abultada agenda de
estimados y conocidos: Y es la única persona que hasta ahora a alcanzado en nivel
de amigo en Miranda de Ebro.
El semáforo estaba en verde para los vehículos y,
tras girar a la derecha, se detuvo junto al bordillo, más o menos, a mitad de
camino de la siguiente intersección y, al advertir la maniobra, X acelero el
paso hasta situarse frente a él y, tras inclinarse un poco, le consultó con la
mirada y, acto seguido, Y abrió la puerta del copiloto:
—Voy a la
gasolinera a buscar una bombona de butano, ¿vienes?
X asintió con un gesto y se introdujo en el coche y,
tras cerrar la puerta, Y reanudó la marcha con dirección a la N-1
—Tienes que
tener más cuidado —advirtió, a la par que se colocaba el cinturón de seguridad.
—¡¿Por?!
—Porque,
además de estar prohibido, hay una cámara que controla el tráfico de la
rotonda, ¿no lo sabes?
—Si todavía
no está en funcionamiento.
—Eso es una
excusa barata, imagínate que casualmente pasa por aquí el Multacar…
Y, como su reacción fue guardar silencio, X aprovechó
para contarle lo ocurrido con el susodicho recibo del IBI y, después de recoger
la bombona, de regreso a la ciudad.
—El otro día
fui a cambiar treinta euros que tenía en monedas de cinco, dos y un céntimo y,
me dijo que tenía que ingresármelo en la cuenta, a mí que me dices, pues hazlo.
Es que te tengo que cobrar la comisión, me dijo. ¡¿Qué comisión?!, le dije, y
me respondió que se trataba de una transferencia y que era por eso y…
—¡Qué
sinvergüenzas que son…! —exclamó X meneando la cabeza hacia los lados con
reiteración.
—… le dije,
¿qué pasa que no es dinero? Sí, sí, claro que es dinero pero aquí no hacemos
cambios. Pues si no lo cambian en un banco usted me dirá dónde. Haces la
transferencia y ya está… Venga, venga devuélvame los paquetes que no tengo
porqué pagar nada y…
—Que jeta el tío, ¿no?
—… de la misma me fui a otra caja y…
—¿Pero ahí es donde tienes el dinero?
—Claro, ¿dónde lo voy a tener si no? …si te
descuidas me fue casi peor, allí, para ahorrarme la comisión me dijo que tenían
un mínimo y cogí las monedas y me fui sin decirle ni adiós.
—Bueno, pues si el tope son diez euros; por
ejemplo, pues: vas tres veves en lugar de una y asunto arreglado, ¿no?
—No, no, si al final se lo conté al del
quiosco donde compro las cajas de los cromos de futbol y me digo que cuando
necesitase cambiar algo que a él no lo importaba.
—Anda, para que veas ¡jodete! —dijo X al
tiempo que se apeaba del coche y se despedían hasta el día siguiente.
¿Qué, cuál es el problema que tienen en común X e Y?
Pues,
algo tan sencillo como disparatado; tener que sobrevivir en una Sociedad tan
Injusta como Consentida…: donde siempre le toca perder a los que menos tienen.
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