jueves, 10 de diciembre de 2015

Cosas que acontecen en mi ciudad… 13


Escrito el 18 de mayo de 2013

Paseando por la ciudad, al regresar de comprar media docena de gaseosas y un par de lechugas… Al llegar junto a la confluencia de las calles Dos de Mayo con la de La Estación, es decir, el centro neurálgico de Miranda de Ebro. Ayer, me llamó la atención un hecho bastante curioso: En mitad de la peatonal y transitada vía, se encontraban dos personas, que por su aspecto físico me hicieron pensar que podrían ser árabe s; aunque a decir verdad, no me atrevo a asegurarlo por el hecho de que  no les escuché hablar y, además,  la distancia en sí  era tal que no pude cerciorarme de que nacionalidad podrían ser. Pero no fue eso lo que causó que fijase la vista en ellos, sino la situación en que estos se encontraban. Por todo el medio de la calle éstos provistos de un carro, de los utilizados en cualquier centro comercial, trataban de transportar un colchón de grandes dimensiones (cama de matrimonio). En mi caso, a diferencia de otros transeúntes y testigos circunstanciales que les miraban y se reían  descaradamente, el desagradable marco escénico me llevó responder a las preguntas que me fueron llegando desde el subconsciente:  «¿les habrán  desahuciado, y al no tener liquidez para solventar los gastos que derivan  por hacer la mudanza las empresas dedicadas a estos menesteres, se hallan visto obligados a utilizar dicho medio de transporte?» y que, además de verse en esta lamentable  situación, también, verse obligados a ser humillados: por aquellos que no son conscientes de la realidad ni del problema por el que éstos están atravesando se ríen  por el medio de transporte utilizado para trasladar  tal vez sus únicos enseres. En fin…, me entristece, y mucho, la impasibilidad de las personas que se tienen por buenas y, en cambio, ante las desgracias ajenas, lo único que se les ocurre es ridiculizarlos: señalándoles con su dedo índice y riendo a mandíbula partida.


Hoy les ha tocado a estas dos personas, mañana, puedo verme en su misma situación; pero no sé, si tendría el valor suficiente para defender lo poco que me queda: mi dignidad.

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