Escrito
el 18 de mayo de 2013
Paseando
por la ciudad, al regresar de comprar media docena de gaseosas y un par de
lechugas… Al llegar junto a la confluencia de las calles Dos de Mayo con la de
La Estación, es decir, el centro neurálgico de Miranda de Ebro. Ayer, me llamó
la atención un hecho bastante curioso: En mitad de la peatonal y transitada
vía, se encontraban dos personas, que por su aspecto físico me hicieron pensar
que podrían ser árabe s; aunque a decir verdad, no me atrevo a asegurarlo por
el hecho de que no les escuché hablar y,
además, la distancia en sí era tal que no pude cerciorarme de que nacionalidad
podrían ser. Pero no fue eso lo que causó que fijase la vista en ellos, sino la
situación en que estos se encontraban. Por todo el medio de la calle éstos provistos
de un carro, de los utilizados en cualquier centro comercial, trataban de transportar
un colchón de grandes dimensiones (cama de matrimonio). En mi caso, a
diferencia de otros transeúntes y testigos circunstanciales que les miraban y se
reían descaradamente, el desagradable
marco escénico me llevó responder a las preguntas que me fueron llegando desde
el subconsciente: «¿les habrán desahuciado, y al no tener liquidez para
solventar los gastos que derivan por
hacer la mudanza las empresas dedicadas a estos menesteres, se hallan visto
obligados a utilizar dicho medio de transporte?» y que, además de verse en esta
lamentable situación, también, verse
obligados a ser humillados: por aquellos que no son conscientes de la realidad
ni del problema por el que éstos están atravesando se ríen por el medio de transporte utilizado para
trasladar tal vez sus únicos enseres. En
fin…, me entristece, y mucho, la impasibilidad de las personas que se tienen
por buenas y, en cambio, ante las desgracias ajenas, lo único que se les ocurre
es ridiculizarlos: señalándoles con su dedo índice y riendo a mandíbula
partida.
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