La historia que alberga en su interior esta
novela no es otra que algo que está muy de moda en la actualidad, y, que,
queramos o no, nos encontramos inmersos en la Era de la Comunicación, y que
mejor manera de hacerlo que a través de la escritura. Somos cientos, miles, o
tal vez incluso millones, las personas que anhelamos publicar aquellas
emociones, sentimientos y percepciones que se han ido instalando en nuestro
interior a lo largo de nuestra existencia y, que, sin saber el porqué,
necesitamos exteriorizarlos por el hecho de que algo nos incita a ello.
Sinopsis
Una atractiva contable de
mediana edad, cuyo estatus le permite vivir desahogadamente, está a punto de
alcanzar el sueño que persigue desde su más tierna infancia, ser reconocida
como escritora profesional; pero, de repente, tras su desaparición, todo queda
en el mayor de los silencios: hasta que los medios de comunicación se hacen eco
de la noticia. La inmediata reacción de sus lectores, a través de las Redes
Sociales por donde esta participa, exigiendo respuestas claras y concisas con
respecto a «¿Qué ha pasado?, ¿quién ha sido?, ¿cómo ha ocurrido?, ¿cuándo ha
acontecido?, ¿dónde está?, ¿por qué ha desaparecido?», hace que la alarma
social generada consiga poner en marcha un dispositivo policial con un único
objetivo: encontrar la solución a las seis incógnitas planteadas.
Así comienza En el Fondo del Mar...
Prefacio
Diez horas antes de
desaparecer.
Miércoles, 21 de enero de
2015, ocho menos cuarto de la mañana, Barcelona.
Como cada día, antes de comenzar la
jornada laboral, «Dolores
Claramunt» se dirige hasta la máquina expendedora que está situada
al final del corredor para extraer y degustar una deliciosa infusión de té
africano, un ritual que lleva practicando desde el mismo día en que se
incorporó a la empresa. Con paso firme, portando la bebedizo en un vaso
desechable, se adentra en el pequeño despacho que tiene asignado y, tras
depositarlo sobre el escritorio, se desprende de su abrigo de paño color beige,
lo coloca sobre el perchero, supervisa y reajusta su indumentaria, toma asiento
en un negro y confortable sillón de piel, conecta el ordenador y, mientras la
operatividad de este permanece inactiva, disfruta del aromático y suave sabor a
vainilla que aporta esta última al hallarse la mezcla óptimamente dosificada
con el té.
Hoy, sin saber por qué, está
nerviosa, tensa y, con frecuencia, suspira estrepitosamente: «Pero ¿qué me
ocurre? Se supone que ya debería de estar acostumbrada… llevo un año haciendo
lo mismo y tengo todos los cabos atados, y bien atados: solo es
cuestión de ordenarlos».
«Dolores» es una atractiva mujer de aspecto juvenil
que le gusta vestir de manera casual, lucir con gracia su media melena castaña
con mechas claras y luchar incansablemente por conseguir los anhelos que se
propuso siendo aún una niña, poder vivir de sus obras literarias y eliminar de
una vez por todas los malditos diez kilos de tejido adiposo, que según ella
«desmejoran mi escultural y encantadora silueta». Además de la pasión por la
escritura, procura cumplir sus obligaciones personales de madre y esposa
combinándolo con un puesto de dirección del área económica de un holding de
ámbito biomédico. A Dolores le encanta el cine, el teatro, las
series de televisión, bailar, el mar, la montaña, leer, escribir, Internet y
soñar… Su hiperactividad cerebral puede conducirla a través de sus neuronas a
lugares y situaciones tan insólitos como disparatados… A veces, incluso
llegando al extremo de no discernir si lo que está viendo, oyendo o leyendo
pertenece al mundo real o al ficticio; pero ella, no le da mayor importancia:
ya que según cree y así lo manifiesta cada vez que tiene ocasión: «es algo
innato en mí y mi destino está entre líneas... ¡tengo madera de escritora!».
—Hola, buenos días —saluda
Mara, su compañera de despacho, con voz clara—. ¿Qué tal ayer?, ¿fuiste a
verla?... Perdona, ya sabes lo despistada que soy, ¿cómo se titulaba?
—Sí, sí… Al final, llamé a mi
marido y disfrutamos de una excelente velada… Mis hijos, en cambio, optaron por
quedarse en casa viendo la televisión, de nada me sirvió el intento de soborno,
al hacerles saber que después iríamos a cenar al MacDonald's: «No te preocupes por nosotros mamá, hoy nos
apetece pizza y será tan sencillo como abrir el congelador para sacarla, mirar
el tiempo de preparación, introducirla en el microondas y, unos minutos
después, ¡ñam! ¡ñam! »… ¡Hay que ver lo rápido que pasa el tiempo!, por un
lado, me parece que fue ayer cuando me casé y, de repente; por el otro, no soy
consciente de que tengo dos hijos adolescentes que ya pueden valerse por sí
mismos.
—¡Ah!, por cierto, ¿de qué va
la historia? Me refiero a la película…
—A propósito de Llewyn Davis,
es un drama que está ambientado en la década de los sesenta, me parece, que, en
Nueva York, aunque no me hagas mucho caso ¡tengo tantas cosas en la
cabeza! ...va de unos jóvenes artistas y músicos… El protagonista
es, un tal Llewyn Davis, un joven que quiere abrirse camino en el mundo de la
música… Ya sabes…, trabajos mal remunerados, hambre, frío, audiciones en sitios
de mala muerte ¡un peaje muy habitual que tenemos que pagar aquellos que
soñamos con alcanzar nuestras metas! —exclamó y suspiró ruidosamente—. Pero un
día, aparece un director y le da una oportunidad. ¡Ojalá que me pasara a mi
como a él! ¿Te imaginas?¡Poder vivir de mi pluma!, sin duda sería lo mejor que
me pasara en esta vida ¡Bufff! No quiero ni pensarlo...
—El argumento parece
interesante. Procuraré verla en cuanto pueda.
—Estoy convencida de que no te
arrepentirás. Pero eso sí, permíteme un último consejo: no te olvides de echar
por lo menos un paquete de pañuelos al bolso: yo he llorado a moco tendido.
—¡Je, je, je! Pero que
exagerada eres, ya sabes que no soy de lágrima fácil.
—Bueno, bueno…, yo te aviso…, luego: ya me lo contarás.
—Sí, claro. Por supuesto que
sí. Pero ¡dejémonos de parlotear!, o de lo contrario, puede que las lágrimas
broten como consecuencia de haber sido despedidas por no presentar la auditoría
dentro del plazo señalado.
Ambas guardan un silencio
que, de no ser irrumpido por el incesante tic-tac que emite el que, desde lo
alto, parece controlar todo lo que allí ocurre y el alborozo organizado por el
vertiginoso teclear, me atrevo a nombrar como sepulcral; pero el tiempo, como
siempre, continua su transcurrir sin prisas, sin pausas: «como si tal cosa», y
dos horas después:
—¿No sales a tomar un
tentempié? —susurra más que habla con buenas intenciones, Mara—. Te vendrá bien
estirar un poco las piernas, oxigenar la cabeza y relajar las neuras…
—La verdad es que a mí en
estos momentos no me apetece comer nada, así es que aprovecharé para revisar mi
correo personal y ver que se cuece por las Redes Sociales… Un escritor ha de
estar al día…, ya sabes, cualquier titular puede venir bien y, tras un buen
desarrollo, convertirse en una obra fantástica.
—Está bien. Si es solo por
eso: me rindo; pero, aun así, y todo, a mi vuelta nos tomaremos un par de barritas
energéticas —admite e indica su amiga y compañera, antes de abandonar la
estancia. Y, nada más quedarse sola, comienza a abrir los e-mails en el orden
que estos se han ido almacenando, y, tras su lectura, los va eliminando. En
total ha recibido trece, una docena de ellos de sus seguidores en Twiter,
Facebook, Blogger…, y, por último, con ese número tan significativo para ella,
el de una de las editoriales más importantes de España:
«¡Ufff!... ¡No me lo creo ni yo!, ¡por Dios!, ¿qué hago?, ¿lo abro?,
¿lo dejo para cuándo llegue a casa?». Apoyada con los codos sobre el
escritorio, introduce la testa entre sus manos y, de súbito, comienza a
hiperventilar de manera exagerada, la cabeza, en su interior, no para de dar
vueltas, desea vomitar, sus manos están frías y su visión borrosa…
—¿Qué te pasa ahora?, ¿te
ocurre algo? —irrumpe Mara, al retornar de sus veinte minutos de asueto y, sin
pensarlo, se acerca y, en ademán cariñoso, le pasa la mano suavemente por la
espalda. Sin mediar palabra, «Dolores» levanta la vista y señala con el mentón
hacia la pantalla… Mara lee con voz normal el nombre del remitente. Durante un
par de segundos se manifiesta y hace presente el silencio—: «Eso entiendo que
quiere decir que se han puesto en contacto contigo, pero, aún continúo sin
saber si el e-mail es portador de buenas o malas noticias.
—No lo sé... no lo
he leído... ¡No me atrevo a abrirlo!
Mara niega con reiterados
movimientos de cabeza antes de pronunciarse.
—La verdad es que cada día me
cuesta más entenderte... creí que anhelabas tener noticias de la editorial y…
—No, no se trata de eso
querida amiga —Hace una breve pausa y aprovecha para tomar una bocanada de aire
fresco—. Las cosas no son tan sencillas como en un principio se presuponen o, al
menos para mí...
—¡¿Entonces?! —exclama Mara
desconcertada, alzando la voz y encogiéndose de hombros.
—Ya sabes, querida, lo
maniática que soy con esto de las señales, las fechas, los números… Pero, te
prometo que al llegar a casa lo abriré y, tanto sea para bien como para mal, tú
serás la primera en saber el contenido de este correo que tanto me aterra
—Suspiró y tomó aire hasta henchir los pulmones—. ¡Es tanto lo que me juego en
ello que…!
—Desconozco el nivel que
hayas podido adquirir con respeto a las manías; pero de lo que sí puedo dar fe,
es de lo mística que te muestras cuando quieres.
Las 2:30 marcan las
manecillas del sicodélico y plateado reloj que está justo por encima de la
puerta que, de manera interna, comunica con los demás despachos.
—Buenos días chicas —irrumpe con voz grave, un alto y apuesto
joven de pelo negro y engominado, cuya misión consiste en recoger los informes
y depositarlos encima del escritorio de Tomás, el jefe de personal—. Ya sabéis
que no me gusta apremiar a los compañeros, pero «el amigo» está que se sube por
las paredes —susurra haciendo un gesto con la cabeza, señalando hacia el
despacho contiguo.
Ellas sonríen tímidamente y
se hacen las remolonas durante unos minutos...
—Bueno, ¿qué?, ¡¿no decís
nada?! —dictamina el fornido joven, acompañando sus palabras moviendo con
ímpetu la cabeza hacia arriba, en señal de desconcierto.
—No te preocupes, está todo
bajo control… la demora se debe a que a nosotras sí nos gusta someterle a
presión —especificó Mara, con una pícara sonrisa dibujada en su rostro—. Ya
sabes…, se trata de un círculo vicioso cómo el de la pescadilla que se muerde
la cola, él nos presiona, y nosotras le puteamos hasta última hora.
—Sí, si hasta ahí lo entiendo, pero ¿sabéis qué?... Al final,
el único que sufre las consecuencias: no es otro que: el menda lerenda —aclara
señalándose reiteradas veces sobre el pecho con el dedo índice.
—Está bien, siendo así, no
dilatemos la situación —admite «Dolores», al tiempo que le entrega los
documentos solicitados—, pero que conste que lo hacemos por ti y no por ese
tirano.
—Os lo agradezco enormemente
chicas… ¡No os imagináis el peso que me quito de encima! —exclama antes de
desaparecer por el mismo lugar que ha llegado.
—Hay que ver lo malévolas que
somos —señala Mara.
—Ya sabes, querida. A mí me
encanta terminar mis obras con finales felices. ¿Acaso la vida no podría ser
cómo una novela?, ¿te imaginas?, poder poner un bonito final a todas y cada una
de las circunstancias y vicisitudes que puedan acontecer mientras estás viva.
—La verdad es que a veces
siento envidia sana de tu capacidad inventiva, pero, afortunadamente para mí,
aún no he alcanzado ese punto de locura que te caracteriza.
—Querida, ¿me estás llamando
loca así, sin más? —consulta alzando la voz con tono jocoso—. Si no fuera por
lo buena amiga y compañera que eres, puedes dar por hecho que de ser la
protagonista de una de mis novelas romperías con todos mis esquemas… ¡Jejeje!, incluido el final: por supuesto.
«Dolores» se levanta y dirige
sus pasos hacia el perchero, recoge y enrosca sobre el cuello un vistoso fular,
toma su maxi bolso, de asas cortas a juego con el abrigo y, después de ponerse
este último, sobre su cabeza, se coloca un sombrero de cloché color
chocolate con un pequeño adorno floral en el mismo tono.
—¿Sabes qué te digo, querida?
—informa tratando de poner punto en boca—: «Con esto y un bizcocho, me despido
de ti hasta mañana a las ocho».
Con gesto y tono jocoso,
mientras vuelve la puerta del despacho hacia ella, grita Mara, alzando los
brazos hacia el cielo.
—¡Señor, por fin podré
librarme de esta pesadilla!
Unos segundos después, ambas
condujeron sus pasos hacia el ascensor y, al salir del edificio, se dieron un
beso de despedida. Al llegar junto al Scooter Atlantis City 50 4T, «Dolores» se
detiene un instante para levantar el asiento y, tras el intercambio de sacar el
nacarado casco integral y meter con sumo cuidado el borsalino, de
tipo cloché, en el lugar que ocupaba el primero, después de ajustar
sobre su cabeza la medida de protección, pulsó el botón de arranque, y, una en
su ciclomotor, y la otra en su plateado Peugeot 206, a eso de las
17:45, tomando rumbos distintos, se pierden por las concurridas y transitadas
calles de la Ciudad Condal
Sábado, 24 de enero de 2015
«¿Qué ha sido de la autora de El
poder de la mentira?».
Nada se sabe
con respecto a la misteriosa desaparición. Lo único que podemos dar por hecho
es que han transcurrido más de 72 horas desde que su esposo presentase la
denuncia en una de las comisarías de Barcelona y, al parecer, según datos
facilitados por el propio denunciante: «el mismo día de su
desaparición, al llegar a casa, me extrañó que el portátil que utiliza mi
esposa para interactuar y crear sus borradores se hallase
sobre la mesa sin haber sido bajada la tapa, como tiene por costumbre, y, al
acercarme hasta él, con la intención bajarla, se hizo visible la
pantalla y observé que se hallaba abierto el buzón del correo electrónico y en
él aparecía un mail que decía: «Ha llegado la hora
y el día de dar la cara, los lectores lo están pidiendo a gritos a
través de las Redes Sociales. Quieren saber quién se halla detrás del seudónimo
que aparece como autor o autora de esta formidable y productiva obra de
arte...».
Es todo cuanto
les podemos avanzar, por hallarse bajo secreto de sumario por orden del juez
que instruye el caso.
Por otro lado,
corre el rumor por las Redes Sociales de que pueda tratarse de una burda
estrategia con el fin de incrementar las ventas y, por consiguiente, aumentar
el beneficio de ambas partes… Ante la duda generada, familiares,
amigos, lectores y periodistas nos preguntamos y exigimos obtener respuestas
claras y concisas con respecto a todo cuanto pueda estar relacionado con este
lamentable, fatídico e inesperado suceso: ¿Quién?, ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿dónde?, y
¿por qué?
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