Bienvenidos
al foro de la Amistad.
Creado por Juan:
—Juan: Hoy ha amanecido un día espectacular, me encuentro pletórico y
quisiera compartirlo con todos vosotros, ¡gracias por hacerme sentir que la vida
es maravillosa!, ¡no sé que sería de mí sin vuestra atención y el calor humano
que me brindáis!, y ahora, si me lo permitís, como cada día…:
Al disponer de
vehículo propio, los fines de semana los dedicábamos a viajar y pasar el día,
¡por ahí!, conociendo en principio, todos los pueblos de Extremadura. /Lo
pasábamos muy bien y allí donde llegaba la hora de comer, excepto la de la
pequeña Cristina, que así es como la pusimos de nombre, buscábamos un
restaurante o bar que sirviese comidas. /Después de un tiempo, decidimos ir a
conocer otras provincias y entre ellas Huelva, para disfrutar de sus playas y las
gambas que tanta fama tienen; fueron unos años donde disfrutamos mucho.
/Recuerdo que en uno de esos viajes, al poco de haber comprado el coche,
decidimos ir hasta Naval moral de la Mata (Cáceres) para pasar allí el día.
/Durante el trayecto, al pasar junto un pueblecito pequeño, recordé que de allí
era la señora Carmen, esta mujer fue compañera de habitación de mi madre,
cuando estuvo ingresada y fue un gran apoyo, tanto para mi madre como para mí.
/Estuvo intentando hacerme entender que la vida, muchas veces, nos parece
injusta al llevarse a nuestros seres queridos. Siempre tratándome con cariño y
buenas palabras, consiguió que el afecto fuera mutuo. Por lo que al pasar junto
al pueblo, me vinieron esos entrañables recuerdos: Cariño, ¿qué te parece, si preguntamos
dónde vive la señora. Carmen y la damos una sorpresa? Estoy seguro, se pondrá
muy contenta al verme de nuevo, le dije a maría Jesús. /¡Ah!, pues bien!, nos
quedamos un ratito y dónde nos parezca, paramos a comer, me contestó ella. /Era
un pueblo pequeño, de esos donde todos se conocen o son familia. Recuerdo que
al entrar en él, no se veía a nadie y parecía estar desierto. Al llegar a la
plaza, dos señoras muy mayores estaban sentadas en un banco tomando el sol, me
acerqué hasta ellas. /Hola, muy buenos días señoras, que poca gente hay en el
pueblo, ¿no? /Estamos solo nosotras, los demás están en la romería, allá en el
pantano, hoy es el día de ¡Nuestra Señora del Carmen! y están allí
divirtiéndose, respondió la que tenía la cara más arrugada y renegrida por el
sol y los muchos años que tendría la enjuta y simpática mujer. /¿Conocen
ustedes, a la señora Carmen? /¿A cuál de ellas?, me dijo la que parecía más
vieja. /Carmen Gómez, es una señora que estuvo ingresada en el hospital de
Mérida y la trasplantaron un riñón. /Ahora sé quien es, se trata de Carmen la
Piquijuela, así es como la conocemos en el pueblo. Ella está en la romería, le
gusta mucho el baile y pasarlo bien como a las mozas. Está como una chiquilla y
no se pierde una fiesta, dice que la vida son cuatro días y que hay que
vivirlos y disfrutarlos. /¿Está cerca el pantano? ¿Me pueden decir por dónde se
va? /Si, hijo, ¿cómo no?/ ¿Está cerca?/ A unos seis kilómetros más o menos,
pero no te apures, hijo, porque con seguir esta calle hasta el final y
continuar por el camino de tierra, en seguida estarás allí. /Bueno, pues muchas
gracias y que pasen ustedes un buen día. /Y vosotros también, ¡ir con Dios!
/Continuamos por la calle y al llegar al camino, detuve el coche junto a un
letrero en el que una flecha, que estaba bajo el enunciado: A la playa,
indicaba hacia donde continuar y la verdad es que nos hizo mucha gracia, ya que
hay que tener mucha imaginación para situar una playa en Extremadura. /Nos
acercamos, y nos sorprendió ver tanta gente por allí y mientras que unos
estaban preparando una comida comunal; otros bailaban y cantaban al son de la
flauta y el tamboril, según nos contaron después de unirnos a la fiesta: era
costumbre pasar todo el día allí. /Me acuerdo que en uno de aquellos grupos, se
encontraban personas muy mayores bailando Jotas y entre ellas, se encontraba la
señora Carmen. /La saludé con la mano y al reconocerme, se acercó gritando
/¿Pero qué haces tú aquí, hijo mío? ¡Cuanto tiempo sin saber de ti! /Nos
abrazamos y la emoción que nos invadió se hizo presente en nuestros ojos y
mejillas. /Pues, verá usted, al pasar por el pueblo, me vino su imagen a la
memoria y, tras consultar a mi esposa si la apetecía que parásemos a saludarla,
aquí estamos. /Cuanto me alegro de volver a verte, hijo, ¡fue tanto el cariño
que me diste!, que creo que sin ti no hubiese podido superar lo del trasplante.
¿Ella es tu mujer? /Sí, así es y estos son Julián y Cristina, nuestros hijos.
/Un gusto el conocerte hija, tienes un buen marido y estoy segura, que todo os
irá bien. Os quedaréis a pasar el día, ¿verdad? /La verdad es que vamos a otro
pueblo, pero si usted lo pide y María Jesús, dice que sí, por mi parte no hay
problema. /¿Qué dices, hija? Es para mí un día muy especial y no, es solo por
ser el día de, ¡Nuestra Señora!, el encontrarme de nuevo con Juan, me llena
enormemente de satisfacción. /Por mi, no veo inconveniente alguno, a excepción
de que no me gusta viajar de noche, más que nada por los niños. /No te
preocupes por eso, mi casa es grande y está a vuestra entera disposición,
podéis quedaros y marchar cuando os apetezca. /¡Ea!, dicho está, pasaremos
aquí, la noche y mañana hasta el mediodía, dijo María Jesús, luciendo un
preciosa sonrisa. /Una vez más se cumplió aquel dicho: “Lo que mejor sale, es
aquello que no se organiza”. /Me acuerdo perfectamente que disfrutamos de lo
lindo, tanto los niños como nosotros, pero la que más disfrutó de aquel
encuentro fue, sin duda alguna, la señora. Carmen. /Al día siguiente, después
de comer y tomar café en la sobremesa, nos fundimos en un abrazo y fueron tanto
los besos que nos dimos al despedirnos, que parecía como si se tratase del
último de nuestros días. /El tiempo en aquella época pasaba tan rápidamente
para mí, que, un mes después de visitar la urbanización, adquirimos una de las
viviendas y, al cabo de un par de semanas, después de equiparla de arriba abajo
con nuevos enseres, comenzamos a habitarla: dejando atrás todas aquellas cosas
que tantos malos ratos nos habían hecho pasar a ambos. / Nos decantamos por
elegir una de planta baja, ya que contaba con una terraza bastante grande, y
los niños podrían jugar allí sin el peligro de los coches. Al menos para la
pequeña Cristina. /Julián, por aquel entonces, era casi un hombrecito, había
cumplido ya los trece años y era tanto el cariño que sentía por su hermanita,
que prefería estar más tiempo con ella que con los chicos de su edad. /Llegó el
día de la mudanza y de ello se encargó una empresa especializada, según iban
descargando los enseres, estos quedaban en su sitio predispuesto. /Nos
trasladamos a una urbanización nueva, en una zona en expansión y nuestro grupo,
constaba de diez edificios y cada uno de ellos con veinte viviendas. /Ese día,
prácticamente todos los vecinos coincidimos con el traslado; comenzamos a ir
conversando unos con otros y así, poco a poco, ir conociéndonos. /Transcurrido
un mes desde la ocupación de las viviendas, se me ocurrió, la idea de hacer una
fiesta de convivencia y así estar unidos como antiguamente: “Qué si alguien
necesitaba algo, entre todos, colaborar para conseguirlo”. /A los vecinos les
pareció bien y convocamos una reunión para el fin de semana, con la intención
de tratar los temas que surgiesen con respecto a la fiesta. /Los días
transcurrieron de manera vertiginosa, asistió un gran número de vecinos y, al
tiempo de hablar de la fiesta y acordar como se llevaría a cabo, también se
trató el tema de que era necesario crear una asociación de vecinos, para tratar
los problemas que surgiesen y entre todos intentar solucionarlos. /Decidimos
elegir a los representantes y constituir la asociación y casualidades de la
vida, para mi sorpresa, salí elegido como presidente. Acepté el cargo y, por
cuatro años consecutivos, las ideas, eventos y demás tramites, corrían de mi
cuenta y si concertaba una reunión extraordinaria para exponer lo que fuese,
esta se aprobaba o no dependiendo de las votaciones y asistencia de vecinos,
quedando todo ello anotado en el libro de actas. /Habilitamos una de las lonjas
y la transformamos en la sede de la asociación, en la puerta se puso un buzón,
para recoger las sugerencias e ideas, para posteriormente estudiarlas y
llevarlas a cabo si era posible. /Al estar jubilado y disponer de tiempo libre,
me pasaba bastantes horas allí y siempre aparecía alguien con algún que otro
problema o incluso a interesarse de como cursaban los tramites respecto algún
caso concreto. /En una de las reuniones, decidimos llevar a cabo la primera
comida de convivencia, acordamos que cada edificio se encargaría de preparar y
comprar los ingredientes, para hacer una paella y competir entre todos y elegir
la mejor. /Mientras se preparaba la comida, en el barrio había programados
diferentes eventos, desde un partido de fútbol entre solteros y casados; una
partida de petanca, para los mayores; carrera de saco para los jóvenes e
incluso una piñata para los más pequeños. /Cada uno colaboraba en lo que podía
o cómo quería, nada era obligatorio, ¡parecíamos una gran familia!, la
asistencia era casi del ochenta por ciento de los residentes. /Recuerdo que
llegada la hora de probar las aromáticas y deliciosas paellas, nos resultó
bastante difícil decidirnos por una en especial y acordamos, por mayoría y sin
que sirviese de precedente, que aquel año el premio sería para todos. /Se
acercaba el verano y desde la asociación, surgió la idea de acudir a la playa
en grupo, nos organizamos y la gente se apuntaba, al ser tantos decidimos de
realizar el viaje en autocar, en la primera excursión partimos en cuatro de
ellos. /La zona costera elegida, por proximidad, fue Huelva; ya que era la más
cercana y acordamos con el conductor del autobús que habíamos alquilado que nos
recogería en torno a las cinco de la mañana, con el fin de pasar el máximo de
horas en la playa, la hora de embarque para el regreso estaba programada para
las nueve de la noche. /El día elegido era el sábado, ya que así, antes de
reincorporarse al trabajo tenían de por medio el domingo para descansar.
/Recuerdo que a la ida, la mayoría de asistentes aprovechaba para dormir un
ratito más, en cambio, al regresar lo hacíamos cantando y con mucha alegría.
/Parecíamos una gran familia, el cariño y el compañerismo era total. /Las
fiestas de la urbanización se celebraban en el mes de agosto, ya que así fueron
designadas por el ayuntamiento. /Nosotros desde la asociación y a través de ser
socios la gran mayoría, mediante una cuota de participación simbólica al año
-tres mil pesetas- (unos veinte euros de ahora) eran suficientes para preparar
unas buenas fiestas y pagar los gastos de mantenimiento del local social. /El
segundo año en celebrarse, incluso contratamos un cine de verano, de esos
ambulantes. /El dueño nos hizo un precio razonable, a condición de que los
asistentes diesen la voluntad y, una vez terminada la película de turno, al
filo de la medianoche comenzaba la verbena y se prolongaba hasta el amanecer.
/En años sucesivos, se fueron incrementando eventos y actividades, para todas
las edades: fútbol, carreras de saco y actividades deportivas, para los más
jóvenes y para el resto, concursos de cartas, de cante y baile, exposiciones de
trabajos de costura, bolillos; también concurso de exposición y degustación de
alimentos. /En esos años alcanzamos tanta fama con las fiestas, que acudían de
todos los puntos de la ciudad, haciendo que pareciesen las ferias y fiestas
patronales e incluso el ayuntamiento nos daba una asignación económica, para
que pudiésemos llevarlas a cabo. /La asociación, montaba un bar y lo que se
recaudaba, quedaba íntegramente para beneficio de la urbanización y, en especial,
para solucionar algún problema económico de algún vecino. /En invierno y tras
comprobar la cantidad de indigentes que existían repartidos por la ciudad,
creamos un grupo de apoyo, destinado a dar comida y mantas a los indigentes que
deambulaban por la ciudad. Intentábamos convencerlas de que acudiesen a los
albergues, pero ante la negativa de la gran mayoría de ellos, nos limitábamos a
darles alimento y bebidas calientes para combatir el frío, aparte de darles un
poco de calor humano, ofreciéndoles cariño, amistad... ellos lo agradecían
enormemente, pero luego seguían su camino sin hacer caso de los consejos. /Por
aquellos tiempos, personalmente me sentía una persona completamente feliz y
satisfecha, por la labor llevada a cabo e intentando darles una calidad de vida
mejor, que la elegida por ellos. /Siempre me ha interesado el bienestar social
de todo aquello que me rodea. /Recuerdo con nostalgia, ¡aquellos maravillosos
años!, dónde mi entrega era total y desinteresada…
—Peón de albañil: Hola a todos. He estado unos días sin pasarme por
el foro y cuando he entrado, me ha llamado la atención, la cantidad de cosas
que le han sucedido al amigo Juan. Así mismo, he observado que entre él y yo
existe mucha similitud con respecto a la forma de pensar y ver la vida.
Concuerdo con él, en que de seguir
la cosa así: no solo se está condenado a la extinción de los hombres, sino
también la del mundo en que habitamos.
Al igual que él, conocí una vida
bastante distinta a la actual. Donde yo me crié, en una barriada de obreros, en
la década de los sesenta, lo único que había era humanidad y compañerismo, tal
y como menciona el amigo Juan, antes, los vecinos formaban parte de tu vida
diaria y hacían incluso las funciones de familiares y, por poner un ejemplo, si
tu madre tenía que acudir al médico con alguno de tus hermanos, cualquier
vecino se hacía cargo del resto de hijos, dándoles incluso de comer y estar al
cuidado hasta que regresara alguno de los progenitores. En mi barrio, por aquel
entonces, por no haber ni siquiera estaban asfaltadas las calles, los medios de
transporte eran escasos y tampoco llegaban los autobuses urbanos y, para
desplazarnos hasta el colegio, el cual distaba un kilómetro más o menos,
teníamos que ir sorteando los charcos de agua y evitando en lo posible la
cantidad de barro que se formaba en el camino, acompañados por los chavales de
más edad. En mi casa éramos cuatro hermanos, tres chicas y yo, y antes de
acudir a la escuela, nos pasábamos por el ultramarino de la señora Marciana, la
cual nos daba, como tenía acordado con mi madre, un bollo suizo o uno de pan
normal con su correspondiente chocolatina. Eran tiempos difíciles y no todos
los niños podían llevar bocadillo, no obstante, por aquel entonces al llegar te
daban un vaso de leche con galletas, por si acaso en casa no habías desayunado.
Mis padres nos enseñaron tanto a
mis hermanas como a mí, que, cuando una persona mayor necesitase nuestra ayuda,
no esperásemos a ser reclamados y que teníamos que acudir a socorrerla, por
ejemplo: si una persona mayor iba cargada con las bolsas de la compra, nos
ofrecíamos a llevárselas hasta su casa y que en ningún caso aceptásemos dinero
a cambio, pero si lo que nos ofrecían era algo de comer, sí podíamos aceptarlo
y siempre, además de tratarles en todo momento de usted, dando las gracias. Mis
padres y demás ascendentes nos inculcaron desde bien pequeños que el respeto
era algo que en ningún momento podíamos faltarle a ningún adulto y que no se
nos ocurriese contestar mal a nadie porque entonces, al llegar a casa,
tendríamos que darle explicación a nuestro padre: ya que por aquella época la
tarea de disciplinar a los hijos recaía más bien sobre el hombre, mientras que
la mujer, además de las labores del hogar, se encargaban de que estuviésemos
bien alimentados, cuidados y luciésemos un aspecto impecable.
Me acuerdo también que cuando
llegaban las fiestas del barrio, todos los chavales colaborábamos en la
limpieza de las calles para que después, las madres sacasen a la ventana, las
mejores piezas de su ajuar, las mejores colchas y atuendos para adornar y
embellecer el aspecto del barrio.
Por aquella época todos los vecinos
colaboraban, para poder llevar a cabo cualquier evento comunitario; las
actividades eran variadas tanto para los niños como los adultos.
Crecimos en un ambiente de cariño y
solidaridad, por parte de todos los adultos y eso fue algo que me marcó
profundamente y, a día de hoy, aún siento ese cariño por las personas mayores e
independientemente de que las conozca o no, ellos me recuerdan mi feliz
infancia y cuando dispongo de tiempo libre me gusta conversar con ellos. Es
curioso como en menos de dos horas, pueden hacer un recorrido por su larga
historia y sin necesidad de entrar en detalles, te queda constancia de todos y
cada uno de los momentos importantes de su vida, lindos recuerdos que una vez
en el pasado convivimos y compartimos, sirviendo una vez más en este caso a dos
personas que se han convertido uno en adulto y el otro en anciano. En sus
palabras puedes observar que hablan bien de cualquier cosa incluso de cuando se
resignaron a aceptar algunas cosas con las que ni siquiera estaban de acuerdo.
En sus conversaciones, te transmiten perfectamente que, incluso habiendo
escaseado de bienes materiales, ¡su vida les ha merecido la pena!, y que, a
pesar de las adversidades que han tenido que librar, se consideran unos
privilegiados y que, aun sabiendo que la hora de su partida está próxima, la
mayoría de ellos se sienten felices por todo cuanto les ha tocado vivir.
—María: Concuerdo con Juan y Albañil, en que, hace años las personas
parecíamos una gran familia, donde el cariño y el respeto, formaban parte del
día a día y pienso que es una verdadera pena que, estemos distanciándonos sin
ser conscientes de lo que ello puede conllevar.
En mi caso, no dispongo de mucho
tiempo libre, pero, ¡si es verdad! He sustituido el contacto diario con las
personas por la calle y es por este medio que mantengo contacto con personas,
que aun estando en la distancia, me hacen sentir que, aun, hay personas
responsables, coherentes y respetuosas con las que mantengo conversaciones que,
sin entrar en profundidades, comprenden mi situación actual de incomprensión y
soledad.
—Amor de Madre: Así es amiga. La soledad es algo que cuando es
impuesta resulta desagradable a quien la sufre en sus propias carnes.
Aquí entro buscando con quien poder
conversar, aunque, estoy casada y mis hijos viven en casa, me siento realmente
sola y desatendida, llegando incluso a sentir en muchos momentos que,
simplemente me están utilizando. ¡Es triste sentirse sola y más aún, estando
acompañada!
—Jessica: El sentimiento de amar y no ser amado, la melancolía de mi
corazón al sentirse rechazado. “Mi corazón llora sin parar por una sola razón”
La de encontrarme en esta vida ¡rodeada de soledad!
Como bien decís concuerdo con todos
que la soledad, es cruel y desgarradora, que se adueña de uno y es muy difícil
de vencerla. ¡Mi vida se encuentra en un callejón oscuro y sin salida! Y no sé
que hacer, para poder salir de ella excepto entrar por este medio y comunicarme
con ustedes. ¡Gracias amigos por estar ahí! No sé que sería de mí sin el cariño
de todos vosotros.
—Juan: Me siento solo y sin saber que hacer. /Lamento vivir pensando
¿cómo será el más allá? /Mis sentimientos se confunden entre la verdad y las
negras nubes de cristal que, me funden con su mirada. /Pienso que si lloras,
porque no ves con claridad la situación actual, el llanto, la tristeza, te
impedirán abrir el corazón en el futuro. /No hablo solo de amor, también lo
hago de amistad. /Me siento perdido entre penumbras, al contemplar que las
personas ¡han perdido el interés! Por los valores humanos y no hallo deseos
para seguir viviendo una vida tan negativa: dónde no se valoran los
sentimientos verdaderos, dónde todos quieren más, sin tener en cuenta siquiera
que tras ellos, existen personas que nada tienen, dónde, ¡mi amor por la
verdad! , fluye queriendo compartir mis sentimientos y deseos de ayudar a los
demás; pero cada día me cuesta más, es duro oír o leer un día tras otro “este esta como una puta cabra pues no dice que ¡quiere cambiar el destino del mundo! como si fuese tan sencillo”.
—Peón de albañil: La verdad es que en ese sentido no me puedo
quejar, me siento querido tanto por la familia como por las personas que están
a mí alrededor; aunque, sí que es cierto, que, en ocasiones, necesito estar
solo. Pero, afortunadamente para mí, en la ciudad donde resido he encontrado
dos maneras de liberarme de tensiones y del estrés acumulado, y cuando me
siento alterado suelo acudir al río, que está a unos cien metros escasos de mi
domicilio, para contemplar, con los brazos apoyados sobre la barandilla del
puente, el paso del agua y noto como si mis pesares se fuesen alejando de mí a
lomos de la corriente, y eso me produce un estado de relajación total.
La otra forma de liberarme es
acudiendo a cualquiera de los montes que circundan la ciudad, sin necesidad de
tener que desplazarme hasta ellos en otros medios de transporte que no sean mis
propios pies. Al llegar allí, permanezco en silencio y me siento sobre una roca
o tronco. Es precioso contemplar, como en breves minutos, la naturaleza vuelve
a su tranquilidad y si permaneces estático incluso puede que veas como un
pajarillo, curioso, se acerca y sin más se pone a trinar alegremente, quizás
avisando al resto de habitantes que todo está tranquilo y que la persona es de
fiar.
En ambos lugares, aprovecho para
viajar en el tiempo y los buenos recuerdos acuden a mi mente, liberándome así,
de cualquier problema o incertidumbre que ronde por mi cabeza.
La Naturaleza tiene y dispone esa
grandeza de manera altruista y nos brinda todo su potencial y sabiduría a
cambio del simple respeto y, en silencio, a través de las imágenes que nos
muestra: trata de hacernos entender que la tenemos abandonada y que no la
respetamos…
La Naturaleza es la encargada de
crear y proporcionarnos todo aquello que es necesario para nuestra existencia.
¡Cuidemos de ella!, aún estamos a tiempo de cambiar el destino que,
¡lamentablemente estamos labrando los hombres!, ninguna otra especie causa
tanto daño como el ser humano. “Ese ser que se jacta de decir que es un animal
racional, el mismo que se cree estar por encima de los demás seres vivos:
cuando en realidad, depende de que otros seres vivos le proporcionen el oxígeno
y los nutrientes necesarios para existir y que parece ser que, por su
comportamiento, ignora que todo ello nos viene de mano de la Madre Naturaleza”.
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