domingo, 28 de febrero de 2016

A decir verdad…

Hay momentos en que siento envidia sana de las personas que han nacido con el don de la elocuencia, por su capacidad analítica, su ingenio y laconismo a la hora de expresarse verbalmente y/o por escrito. Entiendo que no se puede tener todo y que hay que asumir quién y cómo se es, por el hecho de que no se puede ir contra natura, y, por ende, tanto la genética como el estatus donde nos hallamos desarrollado nos pueden condicionar de por vida. Cierto es que nadie viene a este mundo con más instintos que los básicos para la supervivencia, es decir, con las mismas condiciones que cualquier otra especie animal o ser vivo para adaptarse al medio, y que el adquirir mayor o menor cantidad de conocimientos dependerá exclusivamente de la dedicación y el empeño que pongamos por aprender; aunque, si bien es cierto: la mayoría de las veces no bastará con eso.


P.D.: La intención de este escrito, en principio, no era otra que la de añadirlo al blog después de unos días de inactividad; pero al repasarlo,  tal y como tengo por costumbre antes de subirlo, como lector: he tenido una extraña sensación. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario