Escrito el día 17 de noviembre de 2015
Creo recordar que al poco de concluir la segunda
fase del proyecto de obra Recuperación de las riberas del río, acometidas por
la (CHE) Confederación Hidrográfica del Ebro y, tras la inauguración de la obra
el día 8 de mayo de 2009, es decir, que estaríamos hablando de unos cinco años,
día arriba o abajo. O sea, que no hace ni siquiera seis años desde que un
vecino de Miranda, que se dedica a la talla y escultura de madera, se ofreciese
para tallar varios árboles en la ciudad, y, digo se ofreciese, porque
desconozco si lo llevó a cabo de manera altruista o remunerada.
El caso es que, por aquel entonces, fue
cuando la tan traída y llevada Crisis: me afectó de manera profesional. Y, como
cada vez que dispongo de tiempo libre y la climatología me lo permite suelo ir
a pasear por los alrededores de la ciudad, así fue como me topé con los dos
Ecuatorianos, nombre que les puse a aquellas bruscas tallas; pero a la vez tan
expresivas, cuya lograda personificación hizo que me detuviese frente a ellos
durante unos instantes, justo los precisos para comprender que ambos estaban
allí para recibir con un afable saludo de bienvenida y desear un relajado y
feliz paseo a todas aquellas personas que se dieran cuenta de su estratégica
ubicación y presencia. Sensación que he venido manteniendo cada vez que por
allí he pasado hasta poco antes de la última riada; pero no ha sido hasta hoy,
cuando he sentido necesidad de ponerme a escribir este afligido relato: con la
intención de hacer llegar esta crítica a quién corresponda a través del grupo,
y digo a quién corresponda porque no sé quién tendrá más culpa del lamentable
estado de abandono en que se encuentran en la actualidad, ya que entiendo que ha
pasado un tiempo más que prudencial para que se hubiese llevado a cabo alguna
tarea de adecentamiento, y que, por el camino que lleva: me temo que no hay
previsto ningún tipo de intervención.
Ha sido tan frustrante el encuentro como
incómodo el hecho de ser consciente que pueda deberse bien a la indiferencia de
la Institución, o bien al desinterés del que en su día con sus manos e ingenio
les dio personalidad y vida.
Abstraído por completo en las
cavilaciones suscitadas por el lamentable estado de conservación y salubridad
que exhibían los que sin poder moverse tenían más que asumido su perentorio y
trágico final por ser conscientes de que habían sido dejados de la mano del
hombre…
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