jueves, 4 de febrero de 2016

Paseo matinal por las riberas del Ebro… 4

Escrito el día 21 de noviembre de 2015

…Después de la pesadumbre que me causó el triste estado de conservación de las Secuoyas, los Ecuatorianos y la tristeza que me produjo encontrarme con el Observador que, en silencio, contempla el transitar de los días, las personas, los animales y la caída de las hojas…, al notar la ebullición surgida en el interior de mi cerebro, reanudé la marcha con brío y, a una treintena escasa de metros, me detuve un instante frente al que, independientemente de que llueva, nieve o truene, tanto en verano como en el resto del año, le da absolutamente igual quien vaya o venga por la senda y lo que ocurra a su alrededor; ya que a este, solo le interesa seguir pescando: sin importarle lo más mínimo el estar estático ni su fracasada meta…

Lo que me transmitió con su particular forma de afrontar la vida…; es que, por muy malas que vengan, el hecho de salvaguardarse firme contra las adversidades, e independientemente de que puedas movilizarte o no, mientras uno sea capaz de mantener el ensueño de que, ¡vendrán tiempos mejores!… será más que capaz para no dejarse subyugar por el desaliento y la negatividad que podría estimular, a cualquiera que no sea intuitivo, a cometer el crasso error de poner el punto y final a su vida: por el hecho de resignarse ante la nefasta sensación de que su vida no es más que un fracaso y que no merece la pena sufrir por algo que ni siquiera está en sus manos.


Y, tras percibir, a través del espacio y el pabellón auditivo, algo que me inquietó sobremanera: decidí echar un vistazo, antes de retornar a casa…



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