Escrito el 21 de noviembre de 2015
Emociones y sentimientos percibidos durante un paseo matinal llevado a cabo como cualquier hijo de vecino con la intención de mejorar la circulación sanguínea, mover el esqueleto y darle quehaceres a la testa con cualquier situación agradable o preocupante desde la individualidad, es decir, caminando en compañía de la soledad, la temperatura ambiente y el susurro del agua y/o el viento por la margen izquierda del río, que según consta en los libros de texto, es el más caudaloso de España.
Emociones y sentimientos percibidos durante un paseo matinal llevado a cabo como cualquier hijo de vecino con la intención de mejorar la circulación sanguínea, mover el esqueleto y darle quehaceres a la testa con cualquier situación agradable o preocupante desde la individualidad, es decir, caminando en compañía de la soledad, la temperatura ambiente y el susurro del agua y/o el viento por la margen izquierda del río, que según consta en los libros de texto, es el más caudaloso de España.
Al parecer, según
lo que he leído por ahí, las emociones son unas reacciones psicológicas ante
diversos estímulos que pueden ser provocados por personas, animales, cosas… y
que son las encargadas de impulsar y motivar a las personas para que actúen. Y,
es por ello, que; puedo decir, sin temor a equivocarme, que las neuronas se
encargan de convertir las hormonas y neurotransmisores en sentimientos, o lo
que es igual: poder asegurar, sin ningún tipo de perjuicio para mí, que los sentimientos
son el resultado de las emociones tras haber sido procesadas en el cerebro.
Como ya he dicho
anteriormente en los escritos que preceden y guardan relación directa con este,
que el otoño es una estación que no afecta a las personas por igual y, teniendo
en cuenta el párrafo primero y el segundo, voy a narrar las emociones y
sentimientos que cada uno de los protagonistas y escritos causaron en mí:
En el primer y
segundo caso, el de las Secuoyas, el asombro, la tristeza y la ira propiciaron
que mi reacción fuese inmediata: «tengo que denunciar esta situación
públicamente», rumié con pesadumbre.
Mi asombro fue
mayúsculo al observar que después de tantos años dejando claras evidencias de
su precaria salud nadie se había dignado a echarles una mano. El desconsuelo
que provocó en mí, la tristeza, facilitó el paso a la irritación inyectada por
la ira y esta hizo que el cerebro terminase convirtiendo la información
recabada en un descomunal y persistente dolor; en el tercero, el de los
Ecuatorianos, mismas emociones, misma reacción y el mismo sentimiento; en el
cuarto, el del Observador la cosa cambió sustancialmente, los ánimos se fueron
calmando como consecuencia del tiempo transcurrido, la climatología y el
encanto envolvente propiciados por el susurro del agua y la imperceptible
brisa. Las emociones percibidas no fueron otras que: un nimio estado de euforia
capaz de mitigar durante unos segundos el sufrimiento insuflado en el corazón y
la mente a penas unos minutos antes: conduciéndome a un estado de desarreglo
emocional derivado de los sentimientos encontrados al haberse exteriorizados
sin ser esclarecidos por el que está acreditado para generar conclusiones e
ideas; en el quinto, el del pescador, la indiferencia mostrada por él provocó
que al converger la Adrenalina con la Serotonina y la Dopamina, además de que
estas inyectasen en mi estado anímico una dosis de optimismo, al percibir la
algarabía formada por las anátidas tuviese que abandonar el lugar con tanta
urgencia que desaparecí de allí sin agradecerle el socorro alcanzado y sin
despedirme de él; en el sexto, el de las anátidas, a pesar de la distancia que
nos separaba, el encuentro visual y auditivo con los ánades y las ocas propició
que, el regocijo que me produjo la escena que me tele transportó hasta mi
infancia y ciudad natal, concluyese que, todas las emociones y sentimientos
percibidos durante aquellos escasos quince minutos que duró el paseo matinal,
deberían ser escritos y compartidos con el fin de inmortalizar algo tan
económico como saludable y placentero.
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