Escrito el día 31 de diciembre de 2015
A veces, de manera mecánica, llegamos a extremos tan
absurdos como comprobar el color del papel después de haberle pasado por donde
termina el intestino grueso, hacer, decir, escribir y/o responder de igual
modo, sin tan siquiera saber el porqué, y la verdad es que hasta ahí se puede
entender; pero lo que es triste y preocupante, es que ante cualquier acción que
emprenda otra persona nos sintamos obligados a responder sin habernos detenido
a analizar el qué y el porqué nos irrita, nos transforma, nos saca de quicio… y
arremetemos contra ella: sin tener en cuenta que tal vez el problema no sea de
esa persona, sino de algo individual e interno que aún está sin resolver y que,
además del tiempo perdido en defender lo indefendible, nos limita como personas:
por el simple hecho de ser nuestro propio obstáculo, con respecto a algo que a
pesar de ser opcional es fundamental para sentirse realizado como ser humano y,
por ende, ser felices, vivir y disfrutar de los placeres que nos ofrecen de
manera altruista la Amistad, la Familia, el Sol, la Luna, las Estrellas, la
Naturaleza… algo a lo que, a veces, renunciamos por nuestro Egocentrismo, nuestra
Soberbia, nuestra Contumaz actitud… y no des por hecho que estoy hablando de ti
con la intención de herirte, sino con la de animarte a que venzas esa barrera
que te impide que la madurez emocional sea acorde con tu edad biológica; no
vaya a ser que, para cuando quieras reaccionar: te sientas frustrado, al
comprobar que se te ha pasado el arroz…
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