Transcurrido un tiempo con respecto la reunión
mantenida con el pariente de su marido, previa cita telefónica, Meritxell se
presentó en una afamada agencia literaria con el propósito de solicitar sus
servicios, ataviada como de costumbre, de manera jovial y conjuntada, bajo una
clásica trenca de paño de color gris, cuya botonadura hacía juego con el fondo
de su pantalón de cuadros marrones ribeteados por una estrecha franja de color
hueso:
—Hola,
buenas. Soy Meritxell —dijo a modo de saludo, con voz sorda y lenta.
—Buenas
tardes —respondió con voz clara y altiva, una mujer rubia, de mediana edad,
cuyo aspecto físico, bajo la vespertina luz del amanecer o el atardecer, podría
confundir a cualquiera que se hallase en un área de servicio con un descuidado,
rechoncho y barrigudo camionero—. Yo soy Magda, pasa: te estaba esperando.
—Aquí le
traigo el manuscrito, como quedamos el otro día por teléfono.
—¡Ajá!, a
simple vista, por la cantidad de folios que has utilizado, entiendo que estamos
hablando de una novela y, no precisamente corta, ¿de qué trata en cuestión? ¿Y
qué tal si nos tratamos de tú?
—Está bien
Magda, como gustes... Es la historia de una niña que...
—¿Es una
autobiografía?
—Perdón, ¿cómo dices?
—Que si la
novela está basada en tu propia vida y...
—No, no, no
se trata de nada de eso, sino de una gran historia creada por mi mente
hiperactiva y escrita con frenesí por mis ágiles dedos: es algo que me acompaña
desde que tengo uso de razón.
—No, no,
tranquila. Te lo comento porque, normalmente, casi todos, comienzan por
escribir su propia historia, ya que, sin duda alguna, es una buena fuente de
imaginación; aunque la mayoría desconoce que para que una obra pueda ser catalogada
de interés literario y estar dentro de los posibles géneros y subgéneros ha de
cumplir con una serie de normativas.
—Sí, claro, de
eso soy consciente, no vayas a creer que esta es mi primera novela, de hecho:
llevo escribiendo de manera frenética desde el año 2001 y tengo siete novelas
terminadas y listas para ser publicarlas: es por eso mismo que me he puesto en
contacto contigo... Un conocido me ha dicho que es la manera más eficaz...
¡Llevo tantos años soñando con conseguir mi objetivo!
—En
principio, he de decirte que no todo es tan rápido y sencillo, ya que, como
todo en este mundo, requiere de una lectura en profundidad, donde, además de
corregir los errores ortográficos y tipográficos, se tienen en cuenta el
léxico, la concordancia de los tiempos verbales, la expresividad sintáctica, el
interés comercial, y descubrir para que tipo de público va destinada la obra,
entre otras cosas.
—Ya veo que
no es todo tan sencillo, y me imagino que todo ese trabajo tendrá un precio,
¿verdad?
—Efectivamente,
pero tampoco es un gasto excesivo, teniendo en cuenta que te ayudará a
descubrir donde están tus errores y, por qué no, digamos también que sería el
trampolín para lanzarte a la fama, a conseguir tus sueños, tus metas...
—¿Y de cuánto
dinero estaríamos hablando?
—Así a voz de
pronto, es difícil calcular, pero por el tamaño del borrador y tu trayectoria
literaria: creo que, euro arriba o abajo, por unos cuatrocientos.
—Bueno,
tampoco es tan caro: si tenemos en cuenta las posibilidades que su estudio
puede conllevar... ¿Y cuándo hay que pagar?
—Espero y
deseo que entiendas mi sinceridad, pero así es como trabajo: con los clientes
habituales, después de realizar el servicio, con los noveles o eventuales,
antes de comenzar, es la única forma de evitar la perdida de tiempo y asegurar
el cobro.
—No te
preocupes, entiendo y comparto tu forma de actuar..., ¿se puede pagar con
tarjeta?
—Sí, claro.
¡Qué sería de nosotros si no aprovechásemos la tecnología!... de no ser así,
cuantas empresas se quedarían a verlas venir...
Meritxell
extrajo, de un pequeño y negro bolso de mano, su cartera y un par de segundos
después, le entregó una tarjeta de Caixabank y, una vez efectuado el cobro,
ambas se pusieron en pie y se despidieron: una con la sensación de haber
realizado un buen negocio, y la otra convencida de haber hecho una buena
inversión.
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