Lunes, 5 de
enero de 2009
Como cada
día, nada más levantarse de la cama, lo primero que hacía era conectar el
ordenador y activar el teléfono móvil con el fin de averiguar si durante la
noche había recibido algún mensaje. Se introdujo en el baño y, tras liberar de
presión la vejiga y asearse, retornó al pequeño despacho que había instalado en
el dormitorio de invitados. Comprobó el dispositivo móvil y, al no hallar
novedad alguna, hizo lo mismo con el correo electrónico «¡Bien!» —gritó al
descubrir que había recibido un e-mail de Magda, sin ser consciente de que los
demás aún estaban durmiendo. De manera mecánica, con dos clicks comunicó al portátil que era hora de cerrar, esperó unos
segundos para bajar la tapa y, sin detenerse a desayunar, accedió al garaje, se
colocó el casco y, accionando el mando a distancia, pulsó en el símbolo de
abrir y una vez en el exterior, en el de cerrar, y, sin más preámbulos, condujo
su Scooter hasta el lugar que tenía en mente:
—Hola, buenos
días —dijo al abrirse la puerta hasta atrás.
—Pase, pase
—indicó haciendo un ademán de cortesía, sin importarle que aún no fueran las
ocho—. Tengo buenas noticias para usted.
Abriendo los
ojos como platos.
—¡¿Sí?!,
cuente, cuente usted.
—He de
hacerla saber que su escritura ha mejorado notablemente y...
—¡Por fin!
¡Gracias Dios mío! ¡Llevo tantos años esperando oír esto que...! —exclamó tal
como si se tratase de un soliloquio—: ¡Oh!, perdone usted mi irrupción,
continúe por favor —dijo con tono
afligido al observar la expresividad que mostraba el rostro de su
interlocutora.
—Nada, tranquila...
comprendo la emoción que le embarga... Como la iba diciendo..., me he quedado
perpleja al analizar la elocuencia y...
—¡No me lo
puedo creer!, ¿de verás que es así? —consultó con en voz alta, al tiempo que se
pellizcaba en la mejilla derecha—. ¡Dígame que no estoy soñando!
—Puede darlo
por hecho... y créame que sé de lo que estoy hablando, aunque esos sí: aún le
quedan algunas cosas que aprender.
Tan animada
como unas castañuelas en día festivo en un entorno rural.
—Dígame que
he de hacer y seguiré a pies juntillas sus indicaciones.
—Esta vez se
ha de instruir en como presentar los giros argumentales y la correcta
utilización de los flahs-backs.
—¿Y eso que
és?
—Ambos son
recursos literarios.
Meritxell se
encogió de hombros y haciendo pucheros con sus labios comenzó a negar con la
cabeza.
—Los giros
argumentales son las sorpresas que conectan o separan los hilos de la trama.
Son los que provocan ese «¡Ah…!» en el lector. La divulgación de la identidad
de un asesino es, por lo general, una vuelta de tuerca muy utilizada. ¿Otras
formas de provocar un giro? De repente elevar el estatus de un personaje
secundario, o matar a alguien hasta el momento esencial para la trama...
—¡Ah!, si que
parece interesante.
—No le quepa
la menor duda... y en cuanto a los flash-backs
o analepsis son una técnica narrativa que consiste en intercalar en el
desarrollo de una acción pasajes pertenecientes a un tiempo anterior. Es una
técnica, utilizada tanto en el cine y la televisión como en la literatura, que
altera la secuencia cronológica de la historia, conectando momentos distintos y
trasladando la acción al pasado. Se utiliza con bastante frecuencia para
recordar eventos o desarrollar más profundamente el carácter de un personaje.
La analepsis es una vuelta repentina y rápida al pasado del personaje,
diferente al racconto, que es también un quiebre en el relato volviendo al
pasado, pero este último no es tan repentino y es más pausado en lo que se
refiere a la velocidad del relato.
—¡Oh! hay que
ver las cosas que desconozco.
—No se
preocupe por eso, nadie nace enseñado... Además, usted cuenta con herramientas
tan útiles como el entusiasmo, la ilusión, la predisposición y una gran fuerza
de voluntad, qué sin duda alguna le harán arribar en buen puerto. Así mismo, le
recomiendo darse a conocer por Internet.
—¡Ya!, parece
todo tan fácil... pero...
—Parece, no:
es.
—Pues, yo no
sé cómo hacerlo.
—Para crear
el blog bastará con teclear Blogger
en el motor de búsqueda que tenga asignado y seguir paso a paso las
indicaciones. Cuenta con varias plantillas donde elegir y con posibilidad de
realizar los cambios que considere oportunos. En cuanto a lo demás, puede
adquirir conocimientos si presta atención a los cambios que se realizan en las
películas, las series televisivas y, por si fuera poco, tiene la oportunidad de
adquirir las encuadernaciones que dispongo, pero recuerde que esto último es
una opción y que para nada está obligada a hacerse con ellas —informó y
especificó tratando de evitar que descubriese sus verdaderas intenciones.
—¿Y cómo se
llaman? —consultó tratando de hacerse la graciosa otra vez.
—Cincuenta
euros.
Meritxell
entregó la visa para efectuar el pago y al recibir y mirar el comprobante.
—Perdón, creo
que se ha confundido.
—¡¿Por?!
—Me ha
cobrado 100 y...
—Tal vez haya
malinterpretado mi respuesta —dijo valiéndose del dicho «no hay palabra mal
dicha, sino mal interpretada».
—¡O usted mi
pregunta!
—No, no, para
nada. Ambos tienen por nombre 50 y así lo manifesté.
—Bien, bien
¡Todo sea por la literatura! Bueno, adiós ¡hasta la próxima!
—Adiós, adiós
y ¡Feliz día de Reyes! —dijo por cumplir.
—Igualmente
—respondió de igual modo sin dignarse a mirar hacia atrás siquiera mientras
caminaba hacia el ascensor.
«¡Ale!, ajo y
agua... El otro día por mí y hoy por ti: a ver si así aprendes» —pensó y se
quedó más ancha que larga Magda—: «No sé cómo, pero la muy hija de puta siempre
acaba emplumándome algo de pago» —meditó mientras se colocaba el casco y una
vez acomodada en el asiento, tras asegurarse de que no había vehículos en la
periferia, de manera aireada se incorporó al tráfico, cómo si este fuese el
culpable de su enojo...
Durante los
meses de enero y febrero la vida de Meritxell corría monótona, ocupadísima, sin
embargo. Empleando doce horas al día para leer, escribir, releer y corregir,
por un lado y ver películas y series televisivas, una y otra vez, para
empaparse y comprender los cambios argumentales y los flashbacks, por el otro.
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