Desde la infancia he caminado
sin rumbo fijo, sin preocuparme de cómo vivir la vida y lo único que me
preocupaba es que la muerte nos acecha y que esta se podría presentar en
cualquier momento. Nunca me ha preocupado si he tenido que recorrer el camino
solo o acompañado. No temo a la soledad, de hecho, necesito estar con ella para
adentrarme en la psique para valorar si tiene sentido o no el seguir caminando
por el sendero que nos ha impuesto ésta injusta sociedad, en la que unos cuantos
viven holgadamente a costa de los demás. No, no te equivoques, no estoy
depresivo ni quiero acabar con mi existencia: tan solo me he dejado llevar por
algo tan sencillo como escribir y compartir lo que me ha venido a la mente, y porque
hacerlo me anima a creer que, a pesar de las adversidades que diariamente se
nos presentan, sin comerlo ni beberlo, la Vida es Maravillosa, y que merece la pena vivir incluso
teniendo que avanzar por terrenos escabrosos, es decir, en desigualdad, llenos
de tropiezos y obstáculos.